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EDUCACIÓN
INCLUSIVA
FUNDACIÓN INTEGRA
CRÉDITOS
Autoría
FUNDACIÓN HINENI
Cynthia Duk Homad
Tatiana Cisternas
Julia Sandes
Fiorella Zecchetto
Revisión
Dirección Nacional de Educación
Dirección Nacional de Asuntos Institucionales y Comunicaciones
Coordinación
Alexandra Gutiérrez Fernández
Diseño y diagramación
Carla Labra Lattapiat
Fotografías
Material de archivo de Integra
PRESENTACIÓN 3
Integra se compromete con una educación inclusiva, que asegure el acceso, la participación y el
aprendizaje de niños y niñas sin exclusión. De esa forma, promover el respeto y la valoración
de la diversidad de los distintos estamentos que componen nuestra comunidad, equipos, niños,
niñas y sus familias, es una dimensión central en la Política de Calidad Educativa de
nuestra institución. En este contexto, el presente documento, constituye una declaración
sobre cómo Fundación Integra concibe la inclusión educativa, los desafíos que representa y
las estrategias que se deben implementar para entregar oportunidades educativas de calidad a
todos los niños y niñas que forman parte de las salas cuna, jardines infantiles y modalidades
no convencionales de la institución.
Sin duda, este es un hito, entre muchos que se han realizado y que vendrán, en el camino que día
a día, trabajadores, trabajadoras, niños, niñas, sus familias y las comunidades en cada territorio,
realizan por concretar una educación de calidad, contribuyendo a crear una sociedad más justa,
equitativa y bientratante.
Noviembre, 2021
Este primer capítulo busca favorecer la comprensión del concepto de inclusión en educación
para construir un entendimiento compartido sobre sus significados, alcances y problemáticas en
la primera infancia. En la primera parte, se describe el cambio de paradigma que supone este
enfoque para luego profundizar en la concepción de diversidad que subyace a un enfoque inclu-
sivo. En un tercer momento se describen los avances y perspectivas en el contexto internacional
y nacional que aportan al desarrollo de políticas y sistemas educativos inclusivos. El capítulo
finaliza evidenciando de qué forma este enfoque se expresa claramente en los actuales instru-
mentos curriculares y orientaciones para la docencia del nivel de educación parvularia.
Desde hace algunos años, la inclusión está presente como expectativa en la gran mayoría de los
centros educativos y sus comunidades. Nuestra sociedad poco a poco ha comprendido la impor-
tancia del derecho a la educación y la no discriminación desde la educación en primera infancia y a
lo largo de toda la trayectoria escolar. Pero ¿qué significa que los centros educativos transiten desde un
paradigma homogeneizador a una concepción inclusiva? ¿Cómo ha cambiado la mirada sobre las diferen-
cias y las necesidades educativas de niñas y niños? ¿Por qué es necesario transformar las dinámicas de los
centros para avanzar hacia procesos que no sólo reconocen las diversidades sino además las consideran
como recurso para ofrecer una educación más integral?
Este2 primer capítulo busca responder a esta y otras preguntas necesarias para comprender el
significado y las implicancias de una educación inclusiva en particular durante la primera infancia.
En efecto, desde el enfoque de derechos se resignifica la inclusión como un cambio paradigmático
que implica transformaciones sistémicas, desde una perspectiva multinivel (macro, meso y micro)
y multidimensional (políticas, cultura y prácticas) para la construcción de un sistema educativo y
establecimientos más equitativos e inclusivos, involucrando a la comunidad educativa y sus distin-
tos actores en un diálogo participativo y colaborativo. Con esta mirada, se aportan insumos para
favorecer la comprensión del concepto de inclusión en educación que ayude a un entendimiento
compartido sobre sus significados, alcances y problemáticas en la primera infancia.
Si en estas últimas décadas se han producido avances significativos en este ámbito ¿por qué enton-
ces, la adopción de un enfoque inclusivo sigue siendo un desafío tan vigente en las comunidades
educativas? Una razón importante es que se observa la necesidad de cambiar el modelo educativo
que imperó por largo tiempo bajo el supuesto de que el progreso en el aprendizaje estaba sujeto
en gran medida a la clasificación y agrupación de los alumnos/as según sus características parti-
culares. Este modelo ya no responde a los actuales parámetros de una educación equitativa y de
2 En este documento se utilizan indistintamente los términos inclusión educativa y educación inclusiva para referirse a la inclusión
en el ámbito educativo.
Por otra parte, una mirada inclusiva comprende que la exclusión o segregación va más
allá de la pobreza y la desigualdad. En realidad, se relaciona con la dificultad de
desarrollarse como persona y la falta de proyecto de vida, con la ausencia
de participación en la sociedad y de acceso a los bienes sociales y
materiales, lo cual conduce a un sentido de no pertenencia y a la
ruptura del vínculo con la sociedad. Por ello, la homogeneidad
de la oferta educativa y de los procesos de enseñanza es una de
las barreras que es preciso superar, para que todos los niños y
niñas, sin excepción, aprendan y participen plenamente.
Afortunadamente, diversos fenómenos y procesos dan cuenta del cambio de paradigma que su-
pone avanzar hacia sistemas educativos inclusivos. Esto ha ocurrido en parte gracias a distintos
movimientos sociales vinculados a grupos particularmente excluidos que reivindicaron el derecho
a una educación de calidad e impulsaron cambios en las normativas y en la cultura. La toma de
conciencia y valoración del derecho a una educación que no solo signifique la presencia sino la
participación, la no discriminación y valoración de las identidades, junto con el aprendizaje y desa-
rrollo integral de niñas y niños. Esto implica que todos, sin distinción, deberían educarse entre sus
pares, haciendo los ajustes que garanticen su máxima participación en el currículo para alcanzar el
desarrollo de todas sus potencialidades (Mineduc, 2004).
La educación inclusiva, por tanto, implica el reconocimiento y respeto de las diferencias socio-
culturales e individuales que presentan los niños/as, proporcionando una respuesta educativa de
calidad y pertinente a sus singularidades. Está relacionada con la presencia, la participación y los
logros de aprendizaje de todos los niños y niñas (Booth y Ainscow, 2004).
Se refiere a todos los y las estudiantes y no solo a aquellos tradicionalmente considerados “diferentes”,
“especiales” o “en situación de vulnerabilidad”.
Tiene por propósito maximizar la presencia, la participación y el aprendizaje de todo el alumnado.
Implica el reconocimiento y valoración de las distintas culturas, características e identidades de
todos/as los/as estudiantes.
Supone identificar y eliminar las barreras de distinta índole que limitan el progreso en el currículum,
el acceso a la cultura y la integración a la comunidad de los y las estudiantes.
Para Booth y Ainscow (2004), el proceso de avanzar hacia comunidades inclusivas supone abordar
tres dimensiones que se encuentran íntimamente relacionadas y que constituyen el núcleo del
quehacer del establecimiento, estas son: la cultura, las políticas y las prácticas educativas.
cultura
inclusiva
prácticas
políticas inclusivas
inclusivas
En síntesis los propósitos de inclusión y equidad siguen vigentes y con mayor fuerza en el marco
de movimientos migratorios, renovaciones curriculares, demandas por un mayor desarrollo de com-
petencias ciudadanas y diversas fuerzas sociales que empujan en favor del derecho a una educación
pertinente y de calidad para todas las personas, cuestionando las actitudes y prácticas que conducen
a la segregación y discriminación en todos los espacios educativos. En este contexto, las transforma-
ciones impulsadas por las políticas y los sistemas educativos tienen como expectativa que todos y
todas logren aprendizajes bajo condiciones de equidad. En otras palabras, no es posible pensar una
educación inclusiva sin plantearnos la necesidad y tremendo desafío que supone que todos los niños
y niñas sean reconocidos como sujetos de derechos, asumiendo un compromiso con el progreso de
sus aprendizajes, desde las más tempranas etapas y a lo largo de sus trayectorias educativas. .
Nuestra sociedad, y dentro de ella las instituciones educativas, se comportan como un ecosiste-
ma: su identidad está determinada por el tramado de relaciones que establecen sus individuos,
más que por las características individuales de cada uno de ellos. El tipo de organización de estas
y sus integrantes permitirá al sistema de mejor o peor manera enfrentar y aprender de los cambios
y las emergencias, que en la cotidianeidad de un centro educativo no son pocos.
Por esta razón, estamos llamados a reconocer las múltiples diversidades y sus ventajas para el
desarrollo humano, pues la salud, la vida y desarrollo de nuestros sistemas naturales
y sociales estrechamente interconectados, dependen de una ciudadanía
global y local comprometida y consciente de su responsabilidad
con el cuidado de la vida y del medio ambiente.
Si somos conscientes que no hay un ser humano igual a otro y que la diversidad es un atributo de
la naturaleza humana, entonces ¿por qué abundan las prácticas de exclusión y discriminación? Lo
más probable es que todos/as nos hemos sentido excluidos o marginados alguna vez y podamos
conectarnos con la angustia, dolor, soledad, miedo o inseguridad que esa experiencia nos provo-
có. Tal vez, también hayamos experimentado la tentación de excluir o rechazar a una persona o
grupo por ser muy diferente a nosotros. Existe evidencia que estas reacciones por lo general están
asociadas al hecho de que lo desconocido suele provocarnos temor e inseguridad, por no saber
En el sistema educativo,“la construcción de la diferencia como algo negativo, que debe ser eli-
minada o ignorada, genera desigualdad y exclusión” (Mineduc-OEI, 2018 p.22) … y “tiene ten-
dencia a desarrollar en las víctimas la aprobación de su situación, en la medida que aceptan e
interiorizan los prejuicios denigrantes de los cuales han sido objeto” (ibid.), lo que los despoja de
herramientas para defenderse, ya que terminan pensando que son merecedores de ellos. Sin lugar
a duda, la primera infancia es una etapa especialmente sensible y crítica que marca el desarrollo
posterior de los niños y niñas. De allí que las experiencias de rechazo, discriminación o exclusión
tendrán invaluables consecuencias para su bienestar presente, así como para el aprendizaje, la
salud física y mental futura. Existen numerosos estudios que dan cuenta de los efectos nocivos
que tiene el uso de etiquetas, las categorías diagnósticas y la estigmatización de los niños y niñas
desde temprana edad y cómo afectan la autoestima, el autoconcepto, el sentido de pertenencia al
grupo y las expectativas de aprendizaje tanto de los niños y niñas como de las personas su entorno
(familia, pares y educadores).
En este sentido, el gran propósito de la inclusión apunta a combatir en y desde la educación las
actitudes y prácticas de discriminación y exclusión que persisten en nuestro sistema educativo, re-
conociendo que todas las personas valen por igual y tienen potencial, independiente de sus diferen-
cias. La educación como motor de cambio social, juega un papel fundamental en la formación de
valores inclusivos asentados en una convivencia ba-
sada en la comprensión y respeto hacia la diversidad,
contribuyendo así al desarrollo de una sociedad más
cohesionada, democrática y justa, que valora las dis-
tintas identidades y culturas, al tiempo que reconoce
la humanidad común. (Nussbaum, 1994).
Poner en acción el valor de la diversidad y la inclusión, tiene implicancias para todos los niveles educa-
tivos: las políticas públicas deben garantizar igualdad en el acceso y una atención integral y de calidad
En este sentido, el currículo es una herramienta fundamental a fin de crear las condiciones nece-
sarias para la participación activa de niñas y niños en la comunidad educativa, como para superar
el enfoque homogeneizador o las conmemoraciones esporádicas de la diversidad que no logran
transformar las concepciones y prácticas que provocan exclusión. En un jardín infantil inclusivo,
el objetivo del currículum “debe consistir en la exploración sincera de las diferencias, en la opor-
tunidad de que los alumnos puedan experimentar y comprender la diversidad presente en una
comunidad segura y acogedora” (ibid.).
Por una parte, si consideramos a un niño o a una niña en función de alguna característica parti-
cular (hiperactivo, talentosa, con discapacidad intelectual, inmigrante, homosexual…), limitaremos
nuestro conocimiento acerca de su ser como persona con potencial, lo que constituye información
valiosísima a la hora de planificar las experiencias de aprendizajes. Por otra parte, “el valor de
la diversidad para el aprendizaje está ampliamente documentado. Diferentes estudios han
mostrado que los grupos heterogéneos favorecen no solo las relaciones interpersonales sino
también el rendimiento académico, porque los niños no aprenden solo de los adultos sino
también de sus pares” (Integra, 2016, p.11).
El desafío es hacer que las necesidades de todas y todos los niños sean atendidas equitativamente,
es decir, según lo que cada niño o niña necesita, sin perder de vista la comunidad que constituimos,
“contribuyendo a la toma de conciencia de las semejanzas e interdependencia entre todos los seres
humanos (necesidad de pertenencia) y al reconocimiento de la diversidad de la especie humana
(necesidad de ser único)” (Blanco, 2009, p.92).
3 Saber más…es una sección que incluye en cada capítulo con el objetivo de aportar a los lectores algunos recursos bibliográficos y
guías que les permitan ampliar y profundizar conocimientos respecto de temas relevantes relacionados con la educación inclusiva.
Dentro de los hitos a nivel internacional, que dada su relevancia han tenido una importante
repercusión en el contexto nacional, cabe destacar en primer término, la Convención sobre los
Derechos del Niño ratificada por Chile en 1990 (ONU, 1989). Este hito se constituye, en el campo
de la niñez, en el primer instrumento internacional jurídicamente vinculante que aborda los
derechos humanos -civiles, culturales, económicos, políticos y sociales-, sobre la base de cinco
principios fundamentales: la igualdad y no discriminación; el interés superior del niño y la niña;
el derecho a la vida y la supervivencia; desarrollo y protección; y participación. Así, la convención
compromete a los países a ejercer su rol de Estado garante, poniendo en el centro la promoción
y protección de los derechos de la infancia.
Desde esta visión, para Integra: “La niñez adquiere una consideración social, al concebir a niños
y niñas como sujetos plenos de derechos, personas singulares y diversas entre sí, en creci-
miento y desarrollo de todas sus potencialidades, capaces de gozar y ejercer sus derechos por sí
mismos en consonancia con la etapa de desarrollo en que se encuentran”. (Integra, 2019, p.15).
Un segundo hito en el camino hacia la inclusión educativa tiene lugar en la Conferencia
Mundial de Jomtien sobre Educación para Todos: Satisfacción de las Necesidades Básicas
de Aprendizaje (Unesco, 1990), donde se adopta el compromiso de Educación para Todos
(EPT) en el año 2000. Uno de los objetivos de su declaración fue universalizar el acceso
a la educación y fomentar la equidad, tomando medidas para reducir las desigualdades
y suprimir las discriminaciones referidas a las posibilidades de aprendizaje de los gru-
pos más desasistidos, garantizando a estas personas igualdad de acceso a la educación
como parte integrante del sistema educativo.
Otro hito trascendental ocurre el año 2006 con la consagración de la Convención de los Derechos
de las Personas con Discapacidad (CDPD) de Naciones Unidas, ratificada por todos los países de
América Latina y por Chile en el 2008. La CDPD provee un marco normativo y obligaciones a los
Estados parte con el propósito de promover, proteger y asegurar el goce pleno y en igualdad de
condiciones de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con
discapacidad y promover el respeto de su dignidad inherente. Entre otros aspectos relevantes, en la
Convención se establece por primera vez la educación inclusiva como un derecho, lo cual implica
la obligación de los Estados a adoptar las medidas necesarias para garantizarla.
Otro paso se da en la Segunda Reunión del Comité Intergubernamental del Proyecto Regional de
Educación para América Latina y el Caribe, PRELAC II (Buenos Aires, 2007). En ella los responsables de
políticas educativas reconocieron la educación como un bien público y un derecho del que nadie pue-
de estar excluido, definiendo la calidad de la educación a través de cinco dimensiones: equidad, re-
levancia, pertinencia, eficacia y eficiencia. Establece que “es urgente avanzar hacia sistemas y centros
educativos inclusivos, formulando estrategias que contribuyan a romper el circuito de reproducción
de la pobreza y la exclusión social. Para ello es necesario el desarrollo de políticas intersectoriales que
enfrenten las causas que generan desigualdad dentro y fuera de los sistemas educativos”.
Un año después, se produce otro impulso internacional con la Conferencia Internacional realizada
en Ginebra, Educación Inclusiva: el camino del futuro (BIE-Unesco, 2008) en la cual se afirmó que
Estos avances y compromisos internacionales dan origen al hito más reciente y relevante. El Foro
Mundial de Educación (Incheon, 2015), que representa el compromiso de la comunidad internacio-
nal con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, cuyo ODS4 es “Garantizar una
educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje para todos a
lo largo de la vida”. En su Declaración señala que:
“La inclusión y la equidad en la educación son la base de una educación de calidad y la pie-
dra angular de una agenda de educación transformadora, adoptando el compromiso de hacer
frente a todas las formas de exclusión y marginación, las disparidades y las desigualdades en
el acceso, la participación y los resultados de aprendizaje”. Y va más allá al indicar que, “ninguna
meta educativa debería considerarse lograda a menos que se haya logrado para todos”.
Este ambicioso objetivo de desarrollo sostenible, pone de relieve que la educación inclusiva concierne a todos
los niños, niñas y adolescentes y no solo a aquellos grupos catalogados como “especiales” o “vulnerables”, por
tanto, compete a todo el sistema educativo, a todos los establecimientos y a sus actores educativos.
1996 2017
1994 2006
IV reunión de Ministros Reunión
1990 Conferencia 2015 regional de
de Educación ALC
Conferencia Mundial Convención 2007 ministros de
1989 sobre NEE, Derechos 2008 Foro Mundial educación ALC,
Mundial EPT PRELAC II, Conferencia
Convención Jomtien Salamanca Personas de Incheon, E2030
Discapacidad OREALC/ Internacional Agenda
sobre los UNESCO IBE-UNESCO
Derechos del Niño Educación 2030
Así, el año 2009, se crea el Sistema Intersectorial de Protección Social e institucionaliza el Subsistema
de Protección Integral a la Infancia “Chile Crece Contigo” (Ley 20.379), cuyo objetivo es acompañar el
proceso de desarrollo de los niños y niñas en situación de mayor vulnerabilidad que se atiendan en el
sistema público de salud, desde su primer control de gestación y hasta su ingreso al sistema escolar,
ofreciendo apoyo biosicosocial a través de un modelo de gestión de prestaciones sociales ejecutadas
y coordinadas por distintos organismos del Estado.
En el ámbito educacional, el mismo año se establece la Ley General de Educación (LGE) (20.370, 2009) y sus
principios orientadores para la construcción de un sistema educativo inclusivo en el país: calidad de educa-
ción, equidad, integración e inclusión, interculturalidad y flexibilidad. El principio de calidad plantea que la
educación debe orientarse a asegurar que todos los y las estudiantes alcancen los objetivos de aprendizaje,
independientemente de sus condiciones y circunstancias; y desde el principio de equidad que el sistema
debe propender a asegurar las mismas oportunidades de recibir una educación de calidad a la totalidad de
estudiantes, brindando especial atención a las personas o grupos que requieren apoyo especial. La flexibi-
lidad por su parte, alude a la necesaria adecuación de los procesos educativos a la diversidad de realidades
y proyectos educativos e incorpora los principios de inclusión e interculturalidad como dos componentes
relevantes para alcanzar una educación de calidad para todos y todas.
El mismo año se da otro paso de gran impacto en la dirección de un sistema educativo más inclusivo con
la llamada Ley de Inclusión Escolar (20.845, 2015), la cual refuerza el principio de Integración e Inclusión
al impedir todas las formas de discriminación arbitraria al momento de ingreso y durante el proceso
educativo, que afecten el aprendizaje y participación de los niños y niñas, definiendo los establecimien-
tos como “un lugar de encuentro entre los y las estudiantes de distintas condiciones socioeconómicas,
culturales, étnicas, de género, de nacionalidad o religión”, entre otras. (Art. 3).
“Una educación que debe “garantizar a los niños y niñas que asisten a sus establecimientos la
oportunidad de desarrollar plenamente todas sus potencialidades: físicas, cognitivas, emocio-
nales y sociales, y ser felices, es decir, experimentar el goce de aprender y desarrollarse en un
contexto de bienestar general y de interacciones afectivas positivas” (Integra 2017, p.48).
En este apartado, se presenta una análisis de cada uno de estos referentes, su articulación y com-
plementariedad desde una perspectiva inclusiva, con la finalidad de dar a conocer cómo en el
nivel de educación parvularia, la inclusión forma es un pilar fundamental para avanzar hacia una
educación donde todos los niños y niñas tengan la posibilidad de desarrollar el máximo de sus
potencialidades a partir de ambientes pensados, planificados e implementados para que todos y
todas sean el centro del quehacer educativo.
El Marco para la Buena Enseñanza define seis conceptos transversales que orientan el trabajo edu-
cativo y que forman parte de los elementos centrales de una educación que considere y responda a
la diversidad: “enfoque de derechos, inclusión, juego, liderazgo, trabajo colaborativo y reflexión peda-
gógica”. Al ser implementados estos permiten avanzar hacia contextos de aprendizajes equitativos y
de calidad, respetuosos y pertinentes a las características individuales y colectivas de todos los niños
y niñas, y potenciadores de capacidades, aprendizajes integrales, profundos y significativos.
Como una forma de presentar cada uno de estos dominios y sus características inclusivas, se pre-
senta una síntesis que ayuda a comprender cómo la política curricular del nivel ha intencionado
en sus diferentes referentes la inclusión, con la finalidad de asegurar que todos y todas tengan
oportunidades para participar, aprender y desarrollarse plenamente.
Junto con ello, se releva la mirada crítica, reflexiva y de constante observación, sobre el propio
desempeño, lo que permite ajustar la práctica, minimizar barreras y potenciar la participación, el
desarrollo afectivo y valórico, instalando así una cultura reflexiva responsable con el propio apren-
dizaje y con altas expectativas, lo que favorece el logro y progresión en los aprendizajes de todos
los niños y niñas.
Importante señalar que esta mirada de gestión sistémica e integral promueve una educación pen-
sada para todos y todas, donde el enfoque inclusivo releva la perspectiva de género en la forma-
En este capítulo abordamos cómo avanzar hacia culturas y prácticas inclusivas en los jardines
infantiles, a través de un conjunto de herramientas conceptuales y orientaciones prácticas que
favorezcan el desarrollo y bienestar integral de todos los niños y las niñas desde la más temprana
edad, en ambientes de aprendizaje enriquecidos, bientratantes e inclusivos.
El capítulo se inicia con el recorrido que ha seguido Integra en el camino hacia una mayor in-
clusión educativa, destacando las principales iniciativas emprendidas durante los últimos años.
Luego, desarrolla los tres focos prioritarios para Integra, como son los grupos, niños y niñas que
debido a múltiples factores son más vulnerables a la discriminación y exclusión, o experimentan
barreras al aprendizaje y la participación en las experiencias educativas: perspectiva de género,
educación y diversidad cultural y necesidades educativas especiales y discapacidad. Cada uno
de estos focos se pone en el centro del quehacer educativo. En tercer lugar, el capítulo aborda
el desarrollo de un currículo inclusivo, pertinente, contextualizado y accesible a todos y todas,
aportando distinciones conceptuales, criterios y orientaciones prácticas para una planificación y
evaluación diversificadas. En este marco, ofrece una variedad de estrategias de enseñanza para
responder a la diversidad, culminado con definiciones y orientaciones para la creación de am-
bientes educativos inclusivos, propicios para el aprendizaje.
De esta forma, el presente capítulo articula distintos componentes que van configurando el enfo-
que de educación inclusiva que promueve Fundación Integra y da luces de cómo ponerlo en acción.
Uno de los hitos relevantes ocurre en el año 2011, cuando Fundación Integra implementa el Pro-
yecto de Calidad Educativa “¿Qué educación queremos para nuestros niños y niñas?”, proyecto que
posteriormente impulsa la construcción de la Política de Calidad Educativa de Integra, convocando
a más de nueve mil personas, niños, niñas, familias, trabajadores y otros actores de la sociedad.
Esta Política basada en el enfoque de derechos, traza la ruta educativa de manera integral y sisté-
mica basada en la convivencia bientratante y la conformación de comunidades inclusivas.
Este camino crítico y reflexivo; permite que durante el año 2010-2011 Integra pueda identificar
como uno de sus principales desafíos la necesidad de dar respuesta a aquellos niños y niñas que
presentan necesidades educativas especiales permanentes a nivel nacional. A partir de ello, se rea-
liza una alianza con el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) para incorporar en el trabajo
educativo a diversos especialistas que apoyen la labor en los establecimientos en cuatro ámbitos:
a) el trabajo directo en aula, b) el trabajo con familia, c) el perfeccionamiento técnico y d) el trabajo
con las redes locales.
A partir de esta experiencia y de los resultados favorables obtenidos para los niños y niñas y sus familias,
Integra incorpora profesionales especializados en temas de inclusión a nivel nacional. Junto con ello,
amplía y diversifica los recursos y materiales educativos, con la finalidad de minimizar las barreras e
instalar espacios educativos más equitativos y respetuosos de las características de los niños y niñas,
favoreciendo la adquisición y progresión de aprendizajes integrales, significativos y profundos.
En cuanto a la formación, Integra a través del Sistema de Formación Aprendes, inicia un ciclo de
perfeccionamiento el año 2015-2016, y define como tema central la inclusión, con la finalidad de
que los equipos educativos adquieran mayores competencias para responder a la diversidad y avan-
zar hacia un paradigma diferente, donde las barreras se comprendan desde el sistema y no desde
las individualidades. Esta instancia además permite a los centros educativos autoevaluarse en te-
inicia en todos sus establecimientos la elaboración del Proyecto Educativo Institucional (PEI), en el
marco de la Política de Calidad Educativa de la institución y en la política curricular del nivel, basado
en los enfoques de derechos, inclusión, ciudadanía y participación. La construcción del PEI tiene
como característica principal que se define participativamente, con el objetivo de que se constituya
en un referente pertinente, respetuoso de la diversidad, conciliador de diferencias y expectativas
y en una oportunidad de elección de las familias en cuanto a la educación que esperan para los
niños y niñas.
La definición del PEI y la posibilidad que se otorga a cada comunidad educativa tanto en la defini-
ción de sus sellos, como en la forma de enseñanza y aprendizaje, posibilitan el desarrollo de una
educación pensada para cada contexto, reconociendo e incorporando saberes, experiencias, cultu-
ras, lo que ha permitido nuevos aprendizajes para dar mayor sentido, significado y pertinencia a
la educación. Estas definiciones y procesos institucionales permiten otorgar diversidad en la oferta
educativa y responder a las necesidades de las familias y comunidades, constituyéndose en una
forma concreta de avanzar en calidad educativa para una mejor respuesta a la diversidad.
Integra avanza en educación y calidad realizando en el año 2019 un ajuste al Referente Curricular,
de acuerdo con las nuevas políticas curriculares y desafíos institucionales. De esta forma, establece
un currículo flexible, que permita a las comunidades educativas desarrollar prácticas pedagógicas
pertinentes y reconocedoras de la diversidad, lo que facilita y promueve la adhesión de las familias,
equipos educativos y comunidad.
2019
2015-2016
Ajuste Referente
Curricular
Programa formación continua
2013 Aprendes
Proyecto Educativo
Institucional (PEI)
2011
Concepto de
calidad educativa
Alianza externos
Desde un punto de vista curricular, la mirada de Integra ha estado puesta en generar las me-
jores condiciones de enseñanza y aprendizaje, que permitan maximizar talentos, diversificar la
enseñanza y eliminar barreras, instalando una cultura institucional particular y distintiva que ha
permitido vivenciar los valores definidos por Integra: “calidad, inclusión, participación, respeto, con-
fianza, transparencia y apreciación de talentos”. En este contexto, una cultura y prácticas inclusivas
requiere visibilizar las múltiples formas en que se manifiestan las diferencias, pues tal como se
señaló en el capítulo 1, la diversidad puede o no ser reconocida y valorada como oportunidad de
desarrollo y aprendizaje.
Para que los niños y las niñas alcancen el máximo desarrollo de sus potencialidades es fundamental tener
en cuenta el poderoso efecto del entorno, tanto desde el punto de vista físico como social y cultural, lo que
pone de manifiesto el papel crítico que juega la familia y la educación temprana en el desarrollo y aprendizaje.
Desde la perspectiva del modelo ecológico (Bronfenbrenner, 1987), se entiende el desarrollo hu-
mano como resultado de las interacciones que las personas mantienen en los distintos entornos
en los que participan, de manera directa o indirecta, como son el hogar, el jardín, la escuela, el
barrio o la comunidad. En este sentido, la naturaleza y la calidad de las relaciones, en especial
con las personas más significativas, son esenciales para el desarrollo de todo niño y niña, aten-
diendo a sus singularidades. Más concretamente, la sintonía, la reciprocidad, el compromiso,
la capacidad de escuchar sus voces e interpretar sus señales y dar respuesta a sus necesidades
socioemocionales, son elementos fundamentales para generar un clima de relaciones positivas
respetuosas de la diversidad, que redunden en el pleno desarrollo y bienestar de todos y cada
uno de los niños y niñas. (Plena Inclusión, 2019)
Así los niños y niñas que asisten a jardines con alta diversidad aprenden a relacionarse, generan
más interacciones y amistades con niños con diferentes características y contextos. Estas son expe-
riencias que ayudan a prevenir y reducir el desarrollo de prejuicios y estereotipos asociados a las
diferencias de género, de capacidad y socioculturales.
Como bien sabemos, la primera infancia es una etapa fundamental en la construcción de iden-
tidad, subjetividad y también para la socialización en tanto apropiación de prácticas culturales.
Es en esta etapa donde se adquieren conocimientos, valores y actitudes que acompañarán a los
niños y niñas durante su desarrollo y a lo largo de la vida, formando la visión de sí mismos, de
los otros y del mundo; por tanto, es un período crucial para aprender a valorar la diversidad y
desterrar los estereotipos, prejuicios sociales que cimientan relaciones de desigualdad.
Los estereotipos resultan de “interpretaciones reducidas acerca de ciertos grupos de personas sobre
los que se reconocen y exaltan unos pocos rasgos o características con los que se los definen” (Mi-
neduc-OEI, 2018 p.9). En otras palabras, los estereotipos son creencias e ideas, negativas o positivas,
sobre atributos que caracterizan a un grupo determinado (mujeres, migrantes, homosexuales, an-
Por su parte, tal como su nombre lo indica, los prejuicios son “juicios u opiniones que se emiten sobre
las personas sin contar con suficiente información o conocimiento sobre éstas, en este sentido, son un
conjunto de predisposiciones categóricas para aceptar o rechazar a las personas en virtud de caracterís-
ticas reales o imaginarias” (Mineduc-OEI, 2018 p.12). Es decir, implican siempre una valoración favorable
o desfavorable hacia la persona que, al tratarse de juicios no comprobados, pueden no ser ciertos.
A menudo, a la base de los prejuicios y actitudes negativas con que nos enfrentamos a ciertos
individuos o grupos y que nos impiden relacionarnos con las personas de manera más abierta,
reconociéndolas desde su complejidad y singularidad, encontramos estereotipos sociales.
En suma, el desarrollo de actitudes de solidaridad, respeto, empatía y comprensión hacia los demás, se favo-
rece en entornos inclusivos que proporcionen oportunidades de aprender a convivir con la diversidad desde la
más temprana edad, contribuyendo a una sociedad más cohesionada.
ESTEREOTIPOS PREJUICIOS
Interpretaciones Integra considera tres focos de especial atención que contribuyen al
reducidas acerca Juicios u
opinio- desarrollo de una cultura y prácticas inclusivas en la primera infancia:
de ciertos grupos
de personas: se nes que se
reconocen y emiten sobre
exaltan unos las personas a) la diversidad de culturas y nacionalidades y su aproximación a
pocos rasgos sin contar con través de un enfoque intercultural,
o caracterís- información o
ticas con los suficiente cono-
cimiento sobre
que se los
éstas.
b) las relaciones de género y una concepción de equidad que supe-
definen.
re los estereotipos y discriminación ante la diversidad sexual y de
identidades y
Por su parte, Integra explicita en la Política de Calidad una educación abierta a todos y todas, con
oportunidades y recursos necesarios para participar y desarrollarse plenamente, reconociendo
las diferencias de género como un valor, como una fuente de enriquecimiento mutuo y como
una oportunidad para que las prácticas educativas sean un espacio de reconocimiento y poten-
ciación, sin discriminación ni sesgo de género.
En este contexto, es importante comprender que los elementos que estructuran la sexualidad
humana no refieren solo al sexo con el cual nacemos y, por tanto, la identidad de género se dife-
rencia de la condición biológica y se manifiesta y desarrolla a lo largo de la vida de las personas.
Por ello resulta importante conocer algunas distinciones que buscan visibilizar la diversidad de
género y modificar cierto vocabulario que perpetúa estigmas hacia la comunidad.
refiere a la atracción sexual, erótica y/o afectiva hacia otra persona. La atracción
Orientación sexual: puede ser hacia personas de un género diferente al suyo (orientación heterosexual),
de un mismo género (orientación homosexual) o ambas (orientación bisexual).
¿POR QUÉ LA DESIGUALDAD DE GÉNERO ES UNA PROBLEMÁTICA VIGENTE? ¿QUÉ SUCEDE EN LOS ESPACIOS
EDUCATIVOS DE LA PRIMERA INFANCIA?
En Chile persisten desigualdades de género en las experiencias y oportunidades de aprendizaje. Se sigue ope-
rando con prácticas que reproducen las tradicionales representaciones de género y por tanto se mantienen
las brechas. Por esta razón es importante comprender que las instituciones educativas se organizan para al-
canzar rutinas y estabilizar sus prácticas. No suelen ser instituciones en permanente cambio, por ello, resulta
habitual encontrarnos ante una “ceguera de género”, es decir, prácticas cotidianas que se efectúan automáti-
camente y que sólo se vuelven visibles y concretas cuando se reflexiona críticamente sobre ellas.
En educación parvularia, diversas investigaciones refieren que el número y la calidad de las in-
teracciones con los niños son mayores y mejores, como también la calidad de las preguntas que
las educadoras de párvulos realizan, alcanzando un 30% más de preguntas abiertas dirigidas a
los niños que a las niñas4, implicando un mayor desafío cognitivo.
En este sentido, el enfoque de género en educación se relaciona con acceder a ésta en un ambiente
sensible al género, que conoce y respeta las características y necesidades de las niñas y niños, sin
limitarlos arbitrariamente (Unesco, 2016a). Es decir, se aspira a un ambiente educativo en igualdad
de género, lo que significa otorgar a las características y roles atribuidos a hombres y mujeres una
valoración equivalente, considerando similitudes y diferencias y reconociendo las transiciones y roles
cambiantes en la cultura para que hombres y mujeres tengan iguales posibilidades de desarrollo.
“El desafío para la educación formal es desarrollar una mirada que amplíe las posibilidades para hombres
y mujeres, dando cabida a las tensiones y conflictos y de ese modo potenciar la flexibilidad y plasticidad
que también se encuentra en los roles de género (…) el espacio educativo no solo reproduce, también es
un espacio potencial para desarrollar identidades de género no tradicionales” (Machuca, 2012, p.164).
El enfoque de género en educación inicial se entiende como el derecho igualitario que tienen tanto
las niñas como los niños de acceder, participar, jugar y desarrollarse integralmente. Para ello, es
relevante reconocerlos con los mismos derechos desde su individualidad y potenciación. Dado lo
anterior, los espacios educativos deben ser pensados, diseñados e implementados para que cada
uno de ellos y ellas puedan desplegar al máximo sus potencialidades, considerando para ello las
necesidades que van manifestando en las diferentes etapas de desarrollo y niveles educativos.
Estas son creencias y atributos generalizados que se hacen sobre un grupo de perso-
nas en función de su género y en relación a asuntos como la emocionalidad, la capa-
Es fundamental que los equipos reflexionen respecto a etiquetas o estereotipos que se estén utilizando,
así como también, la formación de la identidad de género en el desarrollo de las prácticas educativas,
erradicando acciones que puedan devaluar por ejemplo la personalidad femenina generando inseguridad
en las niñas. Es fundamental e imprescindible revisar y reflexionar respecto al currículum oculto que se
desarrolla en la cultura del establecimiento, generando acciones concretas de cambio que erradiquen prác-
ticas inadecuadas y se promueva avance al desarrollo de un lenguaje y prácticas efectivamente inclusivas.
Se ha observado la tendencia a seleccionar actividades que se vinculan con destrezas que se cree errónea-
mente son propias de uno y otro sexo. A los niños se les presentan experiencias que ponen a prueba su
fuerza física y que los incentivan a correr riesgos, por ejemplo, actividades para su desarrollo motor grueso;
mientras que a las niñas se piden tareas al interior del aula o actividades orientadas al desarrollo de la
motricidad fina y se las estimula a jugar con muñecas, fomentando la ética del cuidado (Guerrero, 2001).
Tratar a las niñas como el sexo débil, teniendo conductas de cuidado con las niñas cuando se caen, mientras
que a los niños se les dice “no pasó nada, los niños no lloran”.
Contar cuentos en donde los niños son activos y capaces, mientras que las niñas son débiles y pasivas.
Cuando un niño expresa su opinión de manera decidida es líder, cuando lo hace una niña es insolente.
Promover que solo los niños realicen actividades físicas más exigentes como trepar árboles o jugar fútbol,
mientras que solo las niñas pueden jugar con muñecas.
Hacer más preguntas desafiantes a los niños y preguntas más fáciles a las niñas.
“Es en el contexto de las interacciones que establecen con otras personas significativas, que
los párvulos comienzan a tomar conciencia gradual de sus características y atributos perso-
nales, entre ellos su sexo e identidad de género, sus fortalezas, habilidades, apegos, intereses
y preferencias” (Mineduc, 2018a, p.47).
En sus objetivos de aprendizaje transversales y en las Orientaciones Pedagógicas también se re-
fuerza este propósito:
“Teniendo presente que gran parte de las experiencias para el aprendizaje de este núcleo
promueven acciones de trabajo colaborativo, se debe considerar la perspectiva de género en
los roles y responsabilidades que asumen cada uno de los integrantes. Desde los primeros
años es fundamental promover, frente a las diferentes actividades, roles y responsabilidades
equitativos para las niñas y los niños” (Mineduc, 2018a, p.82).
El Marco para la Buena Enseñanza de la Educación Parvularia también se adopta el enfoque de
género como una perspectiva que reconoce y se aleja de los estereotipos de género, que requie-
re ampliar la construcción social y cultural sobre roles de hombres y mujeres en la sociedad. Así
también, asume que niñas y niños poseen el mismo potencial de aprendizaje y con ello el derecho
a las mismas posibilidades de acceder a recursos y recompensas de manera independiente a sus
diferencias biológicas.
“Una educación que asegure oportunidades de aprendizaje donde se resguarde que todos
los niños y las niñas sean respetados y considerados desde su singularidad, identidad y
contexto familiar y sociocultural, propiciando en todo momento su plena inclusión en el
proceso educativo, evitando estereotipos, sesgos de género y todo tipo de prácticas discri-
minatorias que desvaloricen su condición de niño o niña” (Integra, 2018 p.11).
Las construcciones sobre género de niños y niñas se expresan y desarrollan en sus juegos, en su
lenguaje, en sus relaciones y predisposiciones. Sabemos que las concepciones de género se han
formado principalmente a partir, de las dinámicas familiares (en muchos hogares se mantienen
las formas de crianza patriarcales, desiguales), los ambientes culturales y el lugar que le otorga la
sociedad a las mujeres, sumado a discursos y prácticas docentes donde se diferencia y/o discrimina
según el sexo.
Por otra parte, y en sintonía con la mirada de Integra, desde el Ministerio de Educación se sugie-
ren ocho formas para abordar el enfoque de género desde una perspectiva inclusiva en Educación
Parvularia (adaptado de Mineduc, 2019)
3. Revisar y modificar las palabras que se utilizan, evitando toda expresión que implique la
superioridad de un género sobre el otro.
4. Asegurar que en la organización de los ambientes todos puedan participar de igual forma en
las actividades, sin asociar ciertos espacios a niños y otros a niñas.
6. Asegurar que los modelos ofrecidos a los niños y niñas muestren una variedad de roles que
pueden ocupar tanto hombres como mujeres en la sociedad.
8. Considerar en la reflexión
sobre roles de género y en la
planificación de actividades la
variedad de estructuras fami-
liares heteroparentales, mono-
parentales, homoparentales,
adoptivas, con y sin hermanos,
nucleares o extendidas.
Las experiencias de aprendizajes que desarrollamos deben ofrecer expresiones flexibles y amplias
de la identidad de género masculina y femenina. Analicemos lo que hacemos desde nuestros pro-
pios prejuicios y creencias sobre lo “normal” para un niño o niña según su género. ¿Cómo podemos
permitir que los niños experimenten con lo que hasta ahora ha sido asociado únicamente a lo
femenino y las niñas vivan experiencias atribuidas normalmente solo a lo masculino?
¿Cómo podemos diseñar e implementar estrategias que ayuden a “equiparar” oportunidades y “reparar”
desigualdades? Necesitamos revisar si en nuestras prácticas educativas se refuerzan, se eluden (volun-
taria o involuntariamente) o se desafían los estereotipos de género ofreciendo otras experien-
cias. (Adaptado de Fainstain y Pérez de Sierra, 2018, p. 237)
La diversidad cultural que existe en nuestro país se ve reflejada en las diferentes modalidades
donde Integra ofrece educación, asumiendo así la comprensión, responsabilidad y compromiso de
avanzar a contextos educativos donde se reconozca y valore la riqueza cultural, para que los niños
y niñas tempranamente se enriquezcan no solo de sus interacciones con diversas culturas, sino
también desde las cosmovisiones y tradiciones de estas.
Para avanzar a una educación desde un enfoque intercultural es importante definir un marco con-
ceptual que permita a la comunidad educativa compartir sentidos, construir conocimientos y re-
flexionar críticamente sobre la diversidad cultural, su implicancia en el fortalecimiento de aprendiza-
jes profundos y significativos, y en la potenciación del sentido de pertenencia y bienestar integral de
todos los niños y niñas, como el derecho inalienable a mantener y fortalecer su identidad cultural.
“el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las le-
tras, los modos de vida, la manera de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y
las creencias”. (Unesco en Mineduc, 2019b, p.5).
Cada uno de nosotros forma parte de una cultura y el sentimiento de pertenencia a este grupo
social con el que se comparte una lengua, valores, costumbres, comportamientos, ritos y normas,
conformará nuestra identidad cultural. A pesar de que nacemos y crecemos dentro de un grupo
cultural, esta identidad no es fija; está constantemente alimentándose de nuestro entorno geográ-
fico y social (Molano, 2007) a través del intercambio con personas, manifestaciones artísticas, vi-
Mientras el concepto de interculturalidad nos llama a tomar acciones para conseguir un objetivo,
el de multiculturalidad es más bien descriptivo. La multiculturalidad hace referencia al recono-
cimiento de los diversos grupos culturales que comparten un espacio determinado (Mineduc,
2014) sin que esto signifique que existen relaciones equitativas y de valoración mutua entre ellos.
Un ejemplo de multiculturalidad se da en un establecimiento que cuenta con una alta matrícula
de niños y niñas de diferentes países y pueblos originarios. Es decir, que es claramente multi-
cultural, pero cuyas culturas, políticas y prácticas no necesariamente promueven intencionada-
mente la valoración de las diferencias y la transformación de las relaciones entre los distintos
grupos de esa comunidad, esperando finalmente que los niños y niñas se adapten e integren a
la cultura mayoritaria o imperante, desaprovechando la riqueza de los distintos saberes, valores
y tradiciones para el aprendizaje y una convivencia basada en la valoración de todos y todas por
igual, respetando las múltiples identidades culturales.
Multiculturalidad Interculturalidad
El racismo constituye una forma de discriminación llamada étnica, en que las actitudes y
acciones vejatorias hacia ciertas personas o grupos nacen de “prejuicios y estereotipos deri-
vados de atributos con base en sus expresiones culturales” (MINEDUC-OEI, 2018 p.24). Tanto
los estereotipos como los prejuicios restringen las posibilidades de conocer a otras personas o
grupos, en particular, si estos son o han sido devaluados socialmente. A modo de ejemplo, algunos
estereotipos reproducidos tanto en los medios de comunicación como en el discurso cotidiano
asocian al pueblo mapuche con personas salvajes, violentas o carentes de educación (Quilaqueo
y Merino, 2003 y Merino, 2007) en tanto que identifican a los inmigrantes peruanos con pobreza y
delincuencia (Salas et al., 2016).
Los prejuicios que llevan a excluir o denigrar a personas que pertenecen a pueblos originarios o a
extranjeros, en especial si estas viven en situación de vulnerabilidad o marginación social (pobreza,
zonas geográficas apartadas, campamentos, entre otras), se fundan en el desconocimiento de su
riqueza cultural y en la creencia de que sus valores y normas son inferiores frente a otros grupos
culturales que, en el caso de Chile, corresponden generalmente a la comunidad blanca y europea
(Mineduc-OEI, 2018). A su vez, actuar desde los prejuicios o reducir la identidad un niño a un es-
tereotipo nos dispone negativamente a su presencia y nos impide descubrir sus potencialidades,
fomentar el intercambio entre culturas o pensar experiencias de aprendizaje pertinentes.
Se fija el este-
reotipo en mi
mente: las per-
sonas haitianas
son pobres y no
tienen educación
Desde mi ignorancia,
persiste el esteretipo y el Enuncio el prejuicio:
prejuicio: las personas hai- esa niña es haitiana,
tianas son incultas, difícil seguramente tendrá un
que salgan adelante y peor rendimiento que
se integren sus pares
el cuestionamiento de los estereotipos y prejuicios culturales y las ideas que los legitiman
la erradicación de todo lenguaje denigrante referente a aspecto físico, etnia o nacionalidad tales como, “el
negrito, la peruanita, el mapuchito”
el reconocimiento y rescate de los saberes culturales y conocimientos previos de niños y niñas
la contextualización de los objetivos de aprendizaje acorde a las distintas culturas
el estímulo de la curiosidad de adultos y niños y niñas por conocer culturas diferentes a la propia
la valoración de la diversidad social y natural en todas las áreas del currículum
el fomento del intercambio, entre niños y niñas
la colaboración con las familias y la valoración de sus culturas como recurso para el aprendizaje de niños,
niñas y de toda la comunidad.
Asimilacionismo: homogeneización y
diferenciación
Un fenómeno que impide el diálogo intercultural en
la escuela es el asimilacionismo, que hace referencia a
“la expectativa y la intención de que quienes son con-
siderados pertenecientes a una cultura minoritaria
adopten como propia la cultura hegemónica o que es
considerada mayoritaria” (Beniscelli et al., 2019 p.399)
e invisibilicen u oculten su identidad cultural. En Chi-
le, bajo la lógica asimilacionista, todos aquellos grupos
minoritarios -entre los cuales se encuentran los pue-
blos originarios, afrodescendientes, extranjeros y otros-
deberían adoptar las costumbres nacionales, pues la
diferencia es percibida como un problema.
Homogeneización:
uniformidad en la atención educativa
niños y niñas, negación de la diversidad
Asimilacionismo:
intención de que quienes son consi-
derados pertenecientes a una cultura
minoritaria adopten como propia la
cultura hegemónica
Diferenciación:
reconocimiento de las diferencias
étnicas y culturales como algo
folclórico o exótico
El MBE EP establece el valor de la diversidad, en tanto esta enriquece los procesos de enseñanza, y
promueve interacciones pedagógicas con enfoque intercultural que favorecen el diálogo simétrico
y formas de convivencia ciudadana en que la nacionalidad, la lengua o el origen no son factores
de discriminación (Integra, 2019). Como una forma de implementar una educación intercultural se
propone el diseño de experiencias de aprendizaje “donde: se resguarde que todos los niños y las
niñas sean respetados y considerados desde su singularidad, identidad y contexto familiar
y sociocultural, propiciando en todo momento su plena inclusión en el proceso educativo,
evitando estereotipos, sesgos de género y todo tipo de prácticas discriminatorias que des-
valoricen su condición de niño o niña” (ibid. p.9).
Más concretamente, el MBE propone la aplicación de estrategias inclusivas y diversificadas “fo-
mentando la incorporación activa tanto de los niños como de las niñas a partir de sus expe-
riencias y de lo que saben, reconociendo e incorporando la multiculturalidad (valores, creen-
cias, costumbres, etc.) avanzando gradualmente a la interculturalidad” (ibid. p.19).
De la misma manera y dando cuenta del enfoque intercultural que persiguen los centros educa-
tivos del nuestro país, las BCEP definen como uno de los propósitos de la educación parvularia
“propiciar aprendizajes de calidad en las niñas y los niños que sean pertinentes y consideren
las necesidades educativas especiales, las diversidades culturales, lingüísticas, de género,
religiosas y sociales, junto a otros aspectos culturales significativos de ellos, sus familias y
comunidades” (Mineduc, 2018a p.34).
El referente curricular de Integra, en tanto, llama a los equipos educativos a abordar la diversidad
sociocultural, intercultural y lingüística en el trabajo con las familias y la comunidad (Integra, 2019).
Estos lineamientos son especialmente significativos si consideramos que “existen numerosos párvulos
que crecen en una ‘dualidad’ entre su realidad familiar y la de las realidades de las instituciones edu-
cativas a las que asisten” (Grabivker et al., 2009, p.27), como le sucede a niñas y niños migrantes, de
pueblos originarios y a todos quienes tienen que adaptarse o censurarse para poder pertenecer, ya que
su religión, código lingüístico o costumbres son diferentes a las que promueve el jardín, lo que afecta
su desarrollo cognitivo y emocional. La tarea de un jardín inclusivo, e intercultural, es afinar la mirada
para detectar a aquellos niños y niñas “invisibles” que, a pesar de estar presentes en el aula, encuentran
barreras para participar y relacionarse desde su identidad cultural.
Sortear estas barreras implica transformar las relaciones “mediante el desarrollo de nuevos ca-
nales de participación” (Dietz, 2017 p.194), para que tanto las familias como los niños y niñas
encuentren espacios confiables para involucrarse en las actividades del jardín y manifestar sus
opiniones y rasgos culturales. En este sentido, el currículum fomenta la participación en la me-
dida en que es pertinente culturalmente, es decir, cuando la planificación considera los rasgos
En este contexto, algunos jardines infantiles cuentan con una o un educador a cargo de la
enseñanza de la lengua y cosmovisión de los pueblos originarios que habitan Chile, para
aquellas comunidades con más presencia de niños y familias indígenas, y con capacita-
ción de los equipos educativos de los jardines y las familias en lengua y cultura indíge-
nas. Esta instancia permite desarrollar procesos educativos culturalmente pertinentes,
en que niños niñas de pueblos originarios conocen el entorno geográfico, la lengua, las
tradiciones y la cosmovisión que conforman su identidad.
Si bien, la presencia de un o una educadora tradicional es un paso que garantiza que los
centros con mayor presencia de niños y niñas de pueblos originarios puedan formarse en su
lengua y cultura de pertenencia, desde el enfoque intercultural, una educación que transforma
la naturaleza de las relaciones entre grupos y etnias diferentes no debe limitarse a los “contextos
interculturales”, sino que debe poner en relación todas las culturas presentes y no presentes en el
aula (Rossi, 2014). De esta manera, todos los jardines y no solo algunos están llamados a valorar la
diversidad étnica, evitando que esta se convierta en un factor de marginación o exclusión. Valorar
las culturas de los pueblos originarios ancestrales significa: reconocerlos como sujetos de derecho
en igualdad de condiciones que el resto de los pueblos, y comprender el valioso aporte que hacen
al patrimonio común de la humanidad (Unesco en Mineduc, 2014).
La Unesco nos alerta que “la lengua, la etnia y la pobreza asociadas pueden crear para el alumno
un riesgo muy alto de quedarse sumamente rezagado” (2016b, p.3) cuando estas condiciones se
convierten en factores de vulnerabilidad y de exclusión en el ámbito educativo. Como una manera
de combatir esta forma de exclusión en el país, junto con la Política Nacional de Estudiantes Extranje-
ros 2018-2022, en el 2019, el Ministerio de Educación publica las Orientaciones Técnicas para la Inclusión
Educativa de Estudiantes Extranjeros, destinadas a promover: la valoración de las personas inmigrantes
que conforman la sociedad chilena, la acogida y matrícula de estudiantes extranjeros que llegan al país
y el desarrollo de respuestas pertinentes a la diversidad de niños y niñas en los centros educativos.
Algunas estrategias que pueden ayudar a poner en práctica el intercambio cultural al interior de los esta-
blecimientos y la integración de los niños y las niñas inmigrantes (Mineduc, 2018c y Mineduc, 2019e) son:
explicitar en los Proyectos Educativos Institucionales el compromiso con la educación intercultural, la valo-
ración de la diversidad e inclusión de grupos en riesgo de exclusión o vulnerados
revisar la pertinencia de los contenidos curriculares respecto de la diversidad de culturas, nacionalidades,
lenguas y costumbres
en el caso de los niños y las niñas que hablan otra lengua, facilitar su proceso de integración y aprendizaje
mediante el apoyo de una o un facilitador lingüístico para establecer la comunicación con las familias, la for-
mación docente en interculturalidad , el uso de recursos para la enseñanza de español como segundo idioma
y material de aula bilingüe
organizar actividades que motiven a la comunidad educativa a conocerse e interactuar: talleres, ferias, con-
versatorios o encuentros deportivos que fomenten la cooperación
disponer información clara en línea, en la entrada del establecimiento o mediante charlas, sobre el proceso
de admisión y organización del jardín, considerando las lenguas de origen
La Política de Calidad de Integra reconoce el derecho de todos los niños y niñas, sin excepción, a
educarse bajo condiciones de igualdad:
Desde la perspectiva de equidad, este derecho se refiere a otorgar las ayudas y recursos
que cada persona necesita, de manera que pueda situarse en igualdad de condiciones en el
proceso educativo, con la finalidad de favorecer el máximo desarrollo de sus potencialidades,
aprendizajes y autonomía. La igualdad de oportunidades no solo se refiere al hecho de acceder
a la educación, sino también al derecho a recibir una educación de calidad. (Integra, 2016a, p.8)
¿CÓMO SE DEFINEN LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES Y CUÁLES SON LOS APORTES Y
LIMITACIONES DE ESTE CONCEPTO
El concepto de necesidades educativas especiales (NEE) ha sido adoptado en muchos países al igual
que en Chile, para referirse a aquellos niños y niñas que por diversas causas (socioambientales, re-
zago en el desarrollo, discapacidad, dificultades de aprendizaje o del lenguaje), presentan mayores
necesidades de apoyo para acceder a los aprendizajes o desfases con relación al currículo estableci-
do para su grupo de referencia y que pueden requerir para progresar en la trayectoria educativa, en
forma temporal o permanente, medidas y recursos adicionales que faciliten su proceso educativo.
Este término, acuñado por primera vez en el informe Warnock (Reino Unido, 1978), aunque se ha
generalizado su uso en distintas partes del mundo, en los últimos años no ha estado exento de
cuestionamientos de cara a los avances en el enfoque de derechos y de educación inclusiva. La vi-
sión de la inclusión ha tensionado el concepto de NEE, siendo considerado en la actualidad como
un concepto en transición que requiere ser revisado en función de los siguientes argumentos:
C. La experiencia ha mostrado que las NEE son relativas y cambiantes dependiendo del contexto
donde se manifiestan. Esto implica que las NEE que puede presentar determinado niño o niña,
no serán exactamente las mismas de un establecimiento a otro, sino que tendrán una dimensión
y matices distintos en función de la respuesta y características de cada contexto educativo y de
cada educador/a. Es más, el mayor o menor grado de dificultad que se le atribuye a un niño/a en
particular, está directamente asociado al nivel de dificultad que representa para sus educadores/
as enseñarle. Esto pone de manifiesto la importancia de que la identificación y evaluación de las
NEE se realice en el entorno donde el niño/a se desarrolla y aprende. A la vez que las actitudes y
expectativas que tengan los y las educadoras para asumir la enseñanza en y desde la diversidad,
constituyen un factor clave para los procesos de inclusión educativa y social.
Finalmente, producto del debate suscitado en torno a la concepción de las NEE y su coherencia con
los principios de inclusión, surge el término de “barreras al aprendizaje y la participación”, acuñado
por Booth y Ainscow el año 2000 en el Índice de Inclusión: Desarrollando el aprendizaje y la parti-
cipación en las escuelas, donde señalan que:
Al etiquetar a un alumno con NEE, se generan expectativas más bajas. Además, el hecho de
centrarse en las dificultades de los alumnos “etiquetados” puede desviar la atención de las
dificultades que experimentan otros alumnos. Por otro lado, tiende a reforzar en los docentes
la creencia de que la educación de los alumnos clasificados con NEE en sus clases, es responsabi-
lidad de especialistas. (Booth y Ainscow, 2000, p.21)
Para estos autores, el término “barreras al aprendizaje y la participación” se ajusta mejor al modelo
social de las dificultades de aprendizaje y discapacidad. De acuerdo con este modelo las barreras
surgen de la interacción entre los niños/as y sus contextos, las personas que rodean al niño/a, las
políticas, las instituciones, las culturas, y las circunstancias sociales y económicas que afectan sus
vidas. Consecuentemente, la inclusión implica identificar y minimizar las barreras para el apren-
dizaje y la participación, maximizando los recursos para apoyar ambos procesos. Las barreras, al
igual que los recursos para reducirlas, se pueden encontrar en todos los elementos y estructuras
del sistema. Las barreras pueden impedir el acceso a un centro educativo, o limitar la participación
y progreso dentro de él (Booth y Ainscow, 2004).
¿CUÁLES SON LAS PRINCIPALES NORMATIVAS QUE ORIENTAN LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS Y NIÑAS CON
MAYORES NECESIDADES DE APOYO?
En nuestro país durante las últimas dos décadas se han dado pasos significativos para avanzar ha-
cia un sistema educativo más inclusivo, acorde a los compromisos adquiridos internacionalmente
tanto en materia de derechos de las personas con discapacidad y sus familias, como de los acuerdos
ratificados por Chile en el campo de la inclusión educativa y social.
En el siguiente cuadro destacamos los principales instrumentos legales relacionados con la inclu-
sión de estudiantes con mayores necesidades de apoyo derivadas o no de discapacidad y que dan
sustento a las actuales políticas educativas en este ámbito.
Establece que se entenderá que un alumno presenta NEE cuando precisa ayudas y recursos adicionales, ya sean huma-
nos, materiales o pedagógicos, para conducir su proceso de desarrollo y aprendizaje, y contribuir al logro de los fines de
la educación (Art. 23).
Decreto Supremo de
Educación 83, 2015
Establece criterios y orientaciones para diversificar y adecuar el currículo en los niveles de educación parvularia y básica.
Propone medidas de flexibilización para hacer más pertinente y accesible el currículo, promoviendo la diversificación de
la enseñanza y de la evaluación, con base en los principios de diseño universal para el aprendizaje, y criterios para la
definición de adecuaciones curriculares.
Introduce regulaciones que buscan contrarrestar las desigualdades del sistema y reducir la segregación y exclusión educa-
tiva, reafirmando el deber del Estado de asegurar una educación inclusiva y de calidad a todas las personas, y de generar
condiciones de equidad para el acceso y permanencia de los niños/as con NEE en establecimientos de educación regular
o especial, según sea el interés superior del niño o niña (Art. 4).
El aprendizaje conjunto entre niños y niñas con y sin discapacidad, no solo favorece el aprender a
vivir juntos y el cultivo de valores de respeto mutuo, sino que tiene considerables ventajas para el
aprendizaje de todos y todas. En particular, la mayor exposición e interacción con niños que tienen
mayores habilidades se convierte en oportunidades de aprendizaje y de apoyo para los párvulos
que tienen alguna discapacidad o que experimentan dificultades en el aprendizaje y de lenguaje.
De lo anterior, podemos deducir que la exclusión y las prácticas de segregación en una etapa crucial
para el desarrollo integral, tienen efectos altamente negativos y perdurables en el tiempo, que no solo
En relación con lo anterior, por ejemplo, se ha observado que los niños y niñas entre 3 y 5 años no
tienen reparos en elegir espontáneamente en sus juegos y actividades a sus pares con Síndrome de
Down. Sin embargo, esta conducta tiende a disminuir en los primeros años de la educación básica y
a perderse en la media. Esto permite inferir que los niños y niñas pequeños/as no suelen discriminar
en razón de discapacidad y que los estigmas, estereotipos y prejuicios asociados a esta condición, en
general no han permeado aun su proceso de socialización.
A este respecto, sabemos que las situaciones de aislamiento que pueden experimentar los niños y niñas
que presentan alguna discapacidad se pueden subsanar en la medida que los educadores/as intencionen
experiencias que favorezcan una mayor interacción como, por ejemplo, organización de grupos hetero-
géneos, utilización de estrategias de ayuda niño a niño, de aprendizaje cooperativo y tutorías entre pares.
¿QUÉ IMPLICANCIAS TIENE LA INCLUSIÓN DE PÁRVULOS CON NECESIDADES DE APOYO EN LAS ACTITUDES Y
PRÁCTICAS EDUCATIVAS?
Ahora bien, desde el punto de vista de las actitudes y prácticas educativas, una de las barreras más
importantes y complejas de remover para avanzar hacia contextos más inclusivos, están relaciona-
das con las creencias que predominan en las representaciones de los adultos, que son consecuencia
de una cultura, concepciones y valores sociales que muchas veces van a contramano del camino
hacia la inclusión.
Como afirman distintos autores, este ha sido el colectivo que históricamente ha padecido la ne-
gación y violación de sus derechos, expresados en rechazo, violencia, abandono, indiferencia o
sobreprotección, actitudes que en la actualidad se conceptúan como formas de discriminación,
segregación y exclusión por razones de discapacidad. Indiscutiblemente, el avance en los procesos
de inclusión supone necesariamente cuestionar y poner a prueba algunos supuestos que, por ser
implícitos, perviven y obstaculizan mayores niveles de comprensión de cómo avanzar hacia prác-
ticas inclusivas con aquellos estudiantes considerados con dificultades de aprendizaje de distinto
tipo y complejidad (Rojas et al, 2019).
Para hacer realidad la educación inclusiva, Echeita y Simón (2020) plantean que:
hay muchas cuestiones (…) que tendrán que ser objeto de revisión y de un cambio conceptual y
actitudinal. De lo contrario no será posible avanzar de manera sostenida mientras la inclusión se
encuentre fuertemente asentada en declaraciones que refuerzan la igual dignidad y los mismos
derechos de todo el alumnado y en paralelo no se revise la forma de pensar, hablar, de escribir
sobre estos niños y niñas. (p.15).
Lo anterior, entre otras cosas, pone de relieve la importancia de lo que se ha llamado el uso de un
“lenguaje inclusivo” para hacer referencia a estos niños y niñas.
En definitiva, el mayor desafío que enfrentan los jardines infantiles para ser más inclusivos es
romper y superar las prácticas educativas homogéneas, a partir del reconocimiento del valor de
la diversidad como una oportunidad que enriquece el aprendizaje de todas y todos los niños, y el
aprendizaje profesional de los equipos educativos.
Si lo anterior es importante para el bienestar de todo niño/a, lo es más en el caso de aquellos que pre-
sentan necesidades de apoyo derivadas o no de discapacidad, como puede darse en niños y niñas con
discapacidad intelectual, física, visual, auditiva, o del espectro autista, como también en el caso de aque-
llos que presentan dificultades de aprendizaje, de lenguaje o déficit atencional. Estos pueden presentar
ritmos o cursos de desarrollo diferentes a los que espera su familia y sus educadores/as, pudiendo com-
prometer entre otros aspectos, la capacidad de manipular objetos, la comunicación con los demás, el
modo en que se relacionan, participan y se implican en las actividades cotidianas y experiencias
educativas, lo que puede llegar a interferir o afectar las interacciones (Plena Inclusión, s/f ).
Desde otra perspectiva, debemos tener presente que las dificultades en el desarrollo pueden
tener un impacto negativo e indirecto en las expectativas y oportunidades de aprendizaje para
estos niños y niñas, al convertirse en fuente potencial de estrés y frustración para las madres
y los padres, así como para quienes están directamente involucrados en su proceso educativo.
Existe suficiente evidencia que muestra que la llegada de un niño o niña con discapacidad
a la familia, implica un importante proceso de adaptación que por lo general resulta estre-
sante. Las respuestas de las familias frente a este hecho no son generalizables, cada familia
posee unas características propias, desarrolla su vida en un determinado contexto social y tiene
una manera única de afrontar un nuevo desafío o hacer frente a la adversidad. En este sentido, es
importante considerar que la presencia de un niño o niña con mayores necesidades de apoyo, suele
también generar necesidades de apoyo en la familia asociadas a la incertidumbre, la falta de informa-
ción y recursos, la ansiedad y el estrés. De aquí, la importancia que tanto la familia como educadores/
as cuenten con información y apoyo pertinente para enfrentar y solventar de manera adecuada las
necesidades de los niños y niñas que plantean mayores retos a la familia y a sus educadores/as.
Asimismo, esta Guía releva la ventaja que tiene el juego al posibilitar la observación del comporta-
miento niñas y niños, conocerlos mejor en cuanto a sus intereses como respecto de las habilidades
cognitivas y sociales que ponen en acción, fortaleciendo los vínculos con ellos y ellas. Al respecto,
es necesario tener en cuenta que:
Los niños y niñas con discapacidad pueden presentar dificultades en este tipo de relaciones, puesto que
suelen iniciar interacciones con menos frecuencia y mantenerse en ellas por tiempos más cortos.
Asimismo, pueden manifestar señales que son más sutiles y difíciles de interpretar, por lo cual una forma
tendiente a compensar esa conducta es a través de actividades más dirigidas.
Al margen de la intensidad del apoyo que necesite un niño/a para aprender jugando, es fundamental darle la
posibilidad de tomar iniciativas, ejercer un papel activo y ser protagonista de sus propias experiencias.
En razón de ello, es relevante proporcionar apoyo tanto a la familia como a los y las educadoras
para convertirse en buenos observadores, de manera de ayudarles a reconocer las señales y formas
de expresión de los niños y niñas a fin de que puedan responderles de manera atingente
en distintas situaciones (Moore, 2009 en Plena Inclusión s/f ). Por ejemplo, los
niños y niñas en sus primeros años, suelen mostrar conductas poco dife-
renciadas. Así, el llanto o un berrinche puede significar buscar atención,
querer un objeto, expresar que no se sienten bien, que están frustra-
dos o cansados. Para calmar al niño/a y proporcionarle una respuesta
efectiva será necesario tratar de comprender qué nos quiere expresar
con esa conducta.
El MBE EP, dentro de sus orientaciones, enfatiza la importancia que reviste, para la toma de decisiones
curriculares, el conocimiento que los educadores tienen sobre los educandos, señalando que:
“conocer a todos los niños y las niñas del grupo respecto de sus características de desarro-
llo, formas y ritmos de aprendizaje, intereses, saberes, capacidades diversas, experiencias
previas, contextos familiares y socioculturales, entre otros; este conocimiento permite al/la
educador/a preparar un proceso de enseñanza y aprendizaje coherente con las características
del grupo y favorecer la adquisición de aprendizajes significativos” (2018, p.20). Y agrega, “el/la
educador/a debe conocer y considerar la diversidad de características que presentan aquellos ni-
ños y niñas que requieren apoyos adicionales en el proceso educativo, dado que presentan nece-
sidades educativas especiales, (…). Para esto debe revisar o ajustar los Objetivos de Aprendizaje
(OA) cuando se requiera; diversificar la enseñanza; definir estrategias de aprendizaje que incor-
poren recursos didácticos variados (…) y utilizar Tecnologías de la Información y Comunicación
(TIC) como una herramienta que presenta múltiples finalidades y oportunidades que se adaptan a
diversas necesidades de todos los niños y niñas” (2018, p. 22).
¿QUÉ DEBEMOS TOMAR EN CUENTA PARA FAVORECER LA INCLUSIÓN EDUCATIVA Y SOCIAL DE LOS NIÑOS Y
NIÑAS CON MAYORES NECESIDADES DE APOYO?
a) Incorporar el uso de un lenguaje inclusivo
Llamar a los niños y niñas por su nombre evitando todo tipo de etiquetas o sobrenombres desvalorizantes.
No utilizar términos como, niños/as o estudiantes que padecen, sufren o son afectados de alguna
discapacidad.
Para referirse a las NEE, discapacidad o déficit que presenta un niño o niña, siempre anteponer la per-
sona, por ejemplo: niño o niña que presenta NEE, en situación de discapacidad o con discapacidad, niño
que tiene un déficit atencional o una parálisis cerebral. Esto es muy distinto a hablar de “discapacita-
dos” “paralítico cerebral” o para referirse a las NEE como los “permanentes” y los “transitorios”.
No usar expresiones ofensivas o desvalorizantes como, por ejemplo: “eres un desordenado o des-
obediente”, “nunca entiendes”, “vives en la luna”, “distraído”, “no es tonto pero le cuesta aprender” o
“no da para más”. Este tipo de expresiones no solo encubren bajas expectativas respecto de las po-
sibilidades de aprendizaje y progreso de los niños/as, sino que tiene un impacto negativo, que puede
afectar la imagen de sí mismo, la autoestima y sentimiento de autoeficacia, pudiendo convertirse a
la larga en lo que se ha llamado una “profecía autocumplida”.
Conocer bien a los niños y niñas respecto de sus potencialidades, ritmos y estilos de aprendizaje,
sus formas de comunicación, niveles de atención y comprensión, sus preferencias e intereses, así
como su desempeño en el hogar, permite a los educadores/as planificar experiencias de aprendiza-
je diversificadas, que favorezcan el aprendizaje y la participación de todos quienes integran el grupo
y, al mismo tiempo, dar respuesta a las características y necesidades individuales de los párvulos
con mayores necesidades de apoyo. Por otra parte, esta información resulta altamente relevante
para definir las medidas y recursos de apoyo adicional que puedan requerir.
c) Aprovechar toda actividad que realiza el niño o niña como una ocasión de aprendizaje y una
fuente privilegiada de información
Efectivamente, las actividades que realizan los y las niñas, sean estas relacionadas con la rutina
diaria en el jardín o en el hogar, con las experiencias educativas, situaciones de juego (espontáneas
y dirigidas), constituyen ocasiones privilegiadas de aprendizaje que hay que saber aprovechar para
potenciar su desarrollo integral. Es relevante tener presente que estas actividades:
son una fuente rica para recabar información contextualizada y auténtica que aporte al conocimiento sobre
las necesidades individuales de aprendizaje para una toma de decisiones curriculares fundamentadas, en
colaboración con la familia.
ayudan a determinar las estrategias y recursos de apoyo que el niño o la niña puede precisar para enfrentar
de mejor forma las barreras al aprendizaje y la participación, y que pueden consistir en: medios de acceso
al aprendizaje, adecuaciones curriculares, ajustes en el contexto educativo o en la organización del aula,
servicios de apoyo especializado.
permiten una organización del tiempo y de los espacios del ambiente educativo que facilita el aprendizaje, la
participación, la movilidad y autonomía de los y las niñas.
d) Estimular los esfuerzos y logros por pequeños que sean
Igual de importante, es celebrar los esfuerzos y logros de los párvulos por pequeños que sean, y ase-
gurarse que tengan experiencias satisfactorias en las actividades que realizan. Esto supone plantearles
desafíos ajustados a sus posibilidades que los motiven para seguir aprendiendo, previniendo de esta
forma que desarrollen conductas evitativas ante a los retos de aprendizaje y participación que enfrentan.
Es necesario, entonces, hacer un seguimiento sistemático de los progresos de cada niño, niña, que
permita a los educadores/as retroalimentar el aprendizaje y la enseñanza de modo introducir los
ajustes que estimen necesarios. Esto implica llevar un registro de los cambios que se producen en
el desarrollo y aprendizaje, y cómo estos se manifiestan en los contextos donde el niño/a se desen-
vuelve. Es decir, tanto en el ambiente educativo como en el hogar.
Finalmente, para abordar los desafíos que demandan los párvulos con mayores necesidades de
apoyo, sean estas transitorias o permanentes, es fundamental crear las condiciones para generar
ambientes inclusivos y prácticas de enseñanza y evaluación diversificadas. Ello requiere de instan-
cias de desarrollo profesional situado, basado en las necesidades formativas y problemas reales que
enfrenta el equipo educativo, promoviendo el trabajo colaborativo, el intercambio de prácticas in-
clusivas y la observación entre educadores/as como estrategia de aprendizaje profesional, aspectos
que se abordan en los siguientes apartados.
Usar un lenguaje
inclusivo
Generar ambientes
inclusivos y prácticas de
enseñanza y evaluación Conocer bien a
diversificadas cada uno de los
niños y niñas
Inclusión de los
niños y niñas
con necesidades
de apoyo
Toda
Realizar un segui- actividad que realiza
miento sistemático el niño o niña es una
de los progresos ocasión de aprendizaje y
una fuente privilegiada de
información
Estimular los
esfuerzos y logros
por pequeños que
sean
Avanzar hacia un sistema de educativo más inclusivo supone identificar y remover las barreras
que limitan la presencia, participación y aprendizaje de todos los niños y las niñas (Ainscow, Booth
y Dyson, 2006). En las aulas contemporáneas, donde encontramos una creciente variedad de cultu-
ras, lenguas, identidades de género, intereses y capacidades, un currículo poco o insuficientemente
flexible o descontextualizado supondrá sin duda una barrera para el acceso de numerosos niños y
niñas a las experiencias de aprendizaje.
Como una herramienta para entregar un acceso equitativo a educación de calidad en los jardines
del país, tanto las Bases Curriculares de Educación Parvularia (2018) como el Marco para la Buena
Enseñanza (2019) ofrecen orientaciones para llevar a cabo una implementación curricular inclusiva,
definiendo qué, cómo, cuándo y para qué deben aprender niñas y niños, desde los niveles de sala
cuna a transición , con un claro foco en la diversificación de la enseñanza, la eliminación de las
barreras y en hacer efectivo su derecho a la educación.
Un proceso de implementación de este tipo, cuyos principales referentes son las bases curriculares
nacionales -que establecen los conocimientos, habilidades y actitudes comunes que cada niño y
niña debe desarrollar para progresar en su trayectoria educativa- en relación con las particulari-
dades de cada niño, niña y su territorio, puede constituir un desafío para los equipos de aula. Esto
debido a que las prácticas pedagógicas para la diversidad y las condiciones que se requieren para
su instalación en los centros educativos siguen siendo incipientes en nuestro sistema educativo.
Tradicionalmente, los sistemas educativos se han caracterizado por dar mayor importancia
a la socialización y a lo común, lo cual se ha traducido en enfoques y prácticas homoge-
neizadoras o unívocas, y se ha prestado poca atención a la dimensión de la individuación.
(Duk y Blanco, 2012 p.2)
El resultado de lo anterior es que muchos niños y niñas queden excluidos de las experiencias de
aprendizaje, pues las estrategias, materiales, temas o medios de acceso ofrecidos no han estado en
sintonía con sus características particulares. La invitación es entonces a equilibrar lo común con lo
diverso, generando un sentido de pertenencia al grupo y a la comunidad educativa, y ofreciendo
itinerarios flexibles y ajustados a cada uno de sus integrantes.
La práctica de recabar información de las y los niños y sus familias posibilita, en primer lugar, el
diseño de planificaciones pertinentes, diversificadas y enriquecidas gracias a los diferentes sabe-
res que se suman en el ambiente educativo. En segundo lugar, fomenta la participación infantil
al brindar a niñas y niños más oportunidades de expresarse y fomentar la toma de decisiones de
aprendizaje participativa. Finalmente, promueve interacciones más equitativas y simétricas en es-
pacios que han sido tradicionalmente adultocéntricos, pues se comparte la capacidad de
enseñar: en el aula diversificada niñas, niños y educadoras aprenden juntos, aun-
que éstas sepan más sobre los contenidos tratados, continuamente están apren-
diendo acerca de cómo aprenden mejor las y los párvulos (Tomlinson, 2005).
¿QUÉ ASPECTOS DEBEMOS CONOCER Y QUÉ INFORMACIÓN ES PRIMORDIAL PARA UNA CARACTERIZACIÓN
RELEVANTE Y PERTINENTE?
La caracterización de un grupo o nivel, que nos permita planificar e implementar una enseñanza in-
clusiva y diversificada, debería incluir información relacionada con los siguientes aspectos, atendien-
do a los objetivos de aprendizaje que se persiguen y a la naturaleza de la experiencia de aprendizaje:
Composición del grupo: número de niños y niñas, edades, género, necesidades de apoyo, discapacidad, na-
cionalidades, culturas, etc.
Condiciones del contexto sociofamiliar del grupo: ambientes en los que viven niños y niñas
Conocimientos y experiencias previas, intereses: lo que saben y son capaces de hacer los estudiantes en
relación a los aprendizajes a desarrollar y actividades que despiertan su interés
Clima socio emocional: convivencia en el aula, habilidades sociales, relaciones entre compañeros y con
el equipo pedagógico
Contexto educativo: organización del aula, metodologías de enseñanza, recursos de apoyo al aprendizaje
(materiales y humanos).
Bases
Curriculares
Contexto Proyecto
sociocultural Planificación e Educativo
y geográfico implementación Institucional
curricular
inclusiva
Características de
niños y niñas
la condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como
los objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y
practicables por todas las personas, en condiciones de seguridad y comodidad, de la forma
más autónoma y natural posible. (ONU, 2006)
El principio de AC dio paso, al concepto de Diseño Universal (DU), que se refiere al diseño desde el
origen de productos, herramientas, procesos y entornos de forma que puedan ser utilizados por
todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de una adaptación posterior desti-
nada a grupo específico. Por ejemplo, espacios públicos, plazas, transporte, edificios escolares, así
como dispositivos curriculares, recursos didácticos y tecnológicos etc., pensados desde el principio
para atender la variedad de necesidades de acceso, desplazamiento, comunicación, comprensión y
uso de potenciales usuarios (ONU, 2006; Alba et al., 2013).
Un currículum flexible, pertinente, relevante y universalmente accesible requiere que los y las
educadoras posean, además de conocimientos disciplinares y pedagógicos, grados de autonomía.
En este sentido, una gestión curricular inclusiva requiere de un perfil profesional reflexivo, que
sea capaz de tomar decisiones sobre la mejor forma de atender a la diversidad en el aula y “que
no sea un mero ejecutor” (Martín, 2006, p.18) de lo prescrito en las Bases Curriculares o de las
actividades propuestas en los textos para la educación parvularia. Conjuntamente, los estableci-
mientos deben asegurar las condiciones para una gestión y desarrollo curricular inclusivo, entre-
gando los tiempos y apoyos necesarios para esta labor, favoreciendo la planificación colaborativa
entre educadores/as, agentes educativos y otros profesionales; y las instancias necesarias para la
reflexión y análisis crítico sobre su quehacer y experiencias pedagógicas.
En consonancia, el Decreto 83 promueve una enseñanza diversificada para “ampliar las posibilida-
des de niños y niñas de progresar en los aprendizajes del currículum, considerando desde el inicio,
en la planificación educativa, que existen diversas formas y modalidades de aprender y por lo tanto
de enseñar” (Mineduc, 2021). Para ello propone a las y los educadores un marco orientador, como es
el Diseño Universal para el Aprendizaje, que los guíe en la planificación de experiencias de apren-
dizaje variadas y flexibles, en que los apoyos están considerados desde un comienzo y disponibles
para todos los niños y todas las niñas que los requieran.
De esta manera en un aula donde se despliega una enseñanza diversificada veremos a niñas y niños
implicados en actividades diferentes desde el punto de vista de las indicaciones, complejidad, recursos
y temas, pero equivalentes pues apuntan a lograr objetivos de aprendizaje amplios que se consideran
relevantes para su desarrollo y progreso en la trayectoria educativa. Por el contrario, en un aula donde
la enseñanza es homogénea, es decir pensada para un niño promedio, todas y todos estarán invitados a
realizar la misma actividad, con el mismo material, al mismo tiempo y persiguiendo el mismo resultado.
Redes cerebrales asociadas a los principios del DUA (Rose y Meyer, 2002):
1. Red afectiva: está especializada en asignarle significados emocionales a las tareas, por lo
que se relaciona con la motivación y la implicación en el aprendizaje. Está influida por los
intereses, el estado de ánimo o las experiencias previas de niños y niñas.
Es importante tener en cuenta que el funcionamiento de cada una de estas redes difiere de un cere-
bro a otro, por lo que no todos los niños y niñas se motivarán con los mismos temas y actividades y
sus preferencias cambiarán también en el tiempo. Por ejemplo: un niño preferirá moverse al aire libre
y otro ver un libro en el aula, del mismo modo que alguna preferirá cantar, mientras otros bailan al
ritmo de la música. Por esta razón las opciones de temas, métodos y materiales deben estar disponi-
bles simultáneamente para todos los niños y niñas.
La identificación de estas tres redes cerebrales dio origen a los tres principios del DUA que, me-
diante la presentación de pautas (estrategias de diversificación concretas), proporcionan opciones
de temas, métodos y materiales a niños y niñas que aprenden de manera diferente. Su finalidad es
que todas y todos se impliquen en las tareas, maximicen sus avances y se conviertan en aprendices
expertos: “personas que quieren aprender, que saben cómo aprender estratégicamente y que, des-
de un estilo propio altamente flexible y personalizado, están bien preparadas para el aprendizaje a
lo largo de la vida” (Alba et al., 2013).
Red
afectiva
Múltiples
formas
de implicación
(por qué)
Múltiples formas
de representación
(qué)
Red de Múltiples
reconocimiento formas Red
de acción y estratégica
expresión
(cómo)
Por ejemplo: a algunos niños les atrae la novedad, mientras que a otros puede asustarles pre-
firiendo atenerse a una rutina ya conocida. De la misma manera, algunas enfrentarán de forma
entusiasta los desafíos, mientras otros preferirán establecerse metas que le generen menos apre-
hensión. Algunos niños se interesarán por organizar una tarea individualmente, mientras otras
preferirán recibir el apoyo de un adulto para su planificación.
A continuación, se presentan una serie de preguntas y ejemplos seguidas de cada uno de los 3 prin-
cipios del DUA, que nos pueden ayudar a reflexionar.
PROPORCIONAR
MÚLTIPLES FORMAS DE
IMPLICACIÓN
¿Qué estrategias utilizo con mis estudiantes para promover la toma de
decisiones y la autonomía?
¿De qué modo aseguro que las actividades que ofrezco a mis alumnos
Para concitar el interés sean pertinentes y auténticas?;
Ejemplo: proponer diversas actividades para un mismo objetivo. Propo-
ner actividades que sean significativas para ellos.
Fuente: Mineduc (2017) Orientaciones sobre Estrategias Diversificadas de Enseñanza para Educación Básica, en el Marco del Decreto 83/2015
Por ejemplo: una niña preferirá escuchar un relato, mientras otra lo comprenderá mejor mirando las ilus-
traciones y finalmente otra preferirá manipular material concreto, y quizá las tres deseen experimentar con
todos los medios que se ofrecen, en diferentes momentos. Hay quienes podrán comprender las instrucciones
de una tarea expresada oralmente por la educadora y quienes se verán beneficiados al contar con un glosario
con imágenes que ilustren el proceso y finalmente quienes necesiten oír las instrucciones en un idioma dife-
rente al oficial. De la misma manera, habrá niños que comprenderán un concepto al escuchar su definición
y quienes lo integren mejor a través ejemplos o bien al hacer una analogía con ideas similares ya conocidas.
Fuente: Mineduc (2017) Orientaciones sobre Estrategias Diversificadas de Enseñanza para Educación Básica, en el Marco del Decreto 83/2015
Por ejemplo, algunos niños preferirán contar en voz alta la recta numérica, otros dibujarla y otras
saltar a lo largo de una recta ubicada en el piso. Hay quienes se sentirán más cómodos represen-
tando un cuento por medio de la dramatización o el juego de roles, quienes quieran involucrase en
juego con figuras y quienes deseen opinar sobre algún episodio o personaje. Algunas niñas podrán
armar una figura en bloques por etapas, otras tenderán a resolver el tema del equilibro mediante la
técnica de ensayo y error y otros necesitarán retroalimentación constante para alcanzar el objetivo.
PROPORCIONAR
MÚLTIPLES FORMAS DE
ACCIÓN Y EXPRESIÓN
¿Considero modalidades alternativas de comunicación de uso natural
de los estudiantes, en la expresión, en las tareas, en la resolución de pro-
blemas? Ejemplo: debates con utilización de la corporalidad, gestuali-
Para la expresión y dad, expresión gráfica e ilustrada, verbalización con apoyo de imágenes,
de la lengua de señas chilena, entre otras…
la fluidez
¿Cómo apoyo la práctica y la fluidez comunicativa? Ejemplo: utilización
de estrategias diversas para asegurar la expresión y fluidez apoyando
con preguntas claves (¿quién?) para apoyar el ordenamiento del relato,
etc., parafraseando las palabras o la frase, etc.
¿Considero modos alternativos de respuesta física?
¿Organizo situaciones de aprendizaje para que los estudiantes se expre-
sen corporalmente? Ejemplo: quiebres durante el desarrollo de la clase;
oportunidad de movilidad intencionada y de desfogue de energía para
estudiantes que lo requieran; tiempo necesario de respuesta, etc.
Para la acción física
¿Proporciono medios alternativos de exploración? Ejemplos: proporcionar al-
ternativas para interactuar físicamente con los materiales: con la mano, con la
voz, con un solo botón, con el joystick, con teclado o por el teclado adaptado.
Asegurar el acceso y uso adecuado de las herramientas y tecnologías de apoyo
¿Cómo apoyo el proceso de planificación y uso de diversas estrategias
meta cognitivas en los estudiantes? Ejemplo: apoyar el ordenamiento
de los procesos de planificación; ¿qué tienes que hacer primero?, ¿qué
sigue ahora?; uso de calendario para apoyar el ordenamiento de las ac-
Para apoyar las tividades y tareas; dar tiempo para pensar, ilustrar los procesos previa-
funciones ejecutivas mente, apoyar el auto monitoreo, etc.
¿Cómo apoyo a los estudiantes en la gestión de la información y los
recursos? Ejemplo: elaborar gráficos de ordenamiento de información,
considerar diversos niveles de complejidad, partiendo de la vida diaria
hacia aspectos más abstractos.
Fuente: Mineduc (2017) Orientaciones sobre Estrategias Diversificadas de Enseñanza para Educación Básica, en el Marco del Decreto 83/2015
También es bueno saber que estos tres principios están íntimamente relacionados y deben ser
abordados de manera articulada, por lo tanto, no es que sean más apropiados ni deban apli-
carse en uno u otro momento de la experiencia planificada (inicio, desarrollo, cierre). Además,
mediante una estrategia, como el aprendizaje cooperativo o el juego, por ejemplo, se estarán
poniendo en práctica varias pautas simultáneamente. Así, por ejemplo, la división en pequeños
pasos de una tarea, o en etapas que conduzcan gradualmente a la meta final, constituye un
apoyo a las funciones ejecutivas de un niño o niña (comprensión, retención y organización de la
información y la acción), al tiempo que sirve para bajar el nivel de ansiedad respecto del desafío
y lo dispone mejor a implicarse en ella.
Finalmente, hay que recordar que la aplicación de algunas estrategias será más adecuada para
algunos niños y niñas, en determinados momentos de la rutina (constantes, variables) y para
el logro de ciertos aprendizajes. Y que, a pesar de que tenemos canales preferentes de recep-
ción de la información y expresión de lo aprendido, estos son dinámicos y dependerán de la
actividad, el tema y contexto en que cada niña y niño se encuentre, por lo que proporcionar,
por ejemplo, solo estímulos visuales a un niño que se siente atraído por las imágenes, estará
limitando más que diversificando la experiencia de aprendizaje si dejamos de ofrecerles todas
las opciones simultáneamente.
En este marco, la evidencia muestra que, el conocimiento que los equipos tienen acerca de la diversidad
que caracteriza al grupo, es una condición indispensable para el diseño de experiencias de aprendizaje
accesibles y pertinentes para todos los niños y niñas. Una buena alternativa para pensar y analizar la
composición de grupo y sus características es generar espacios de diálogo entre los y las educadoras que
les permita ampliar la mirada sobre la diversidad y poner en relación sus concepciones, apreciaciones,
emociones, aprehensiones y expectativas respecto de las diferencias que presentan los niños y niñas
que lo integran. Ello es particularmente relevante si consideramos que algunos educadores, por desco-
nocimiento o por propias experiencias y trayectoria personal o profesional, siguen considerando que la
inclusión y la diversificación se justifica únicamente en razón de las necesidades educativas especiales
que algunos niños y niñas pueden presentar (modelo centrado en que el problema es el déficit del niño
o niña), en vez de considerarla un elemento esencial de la convivencia y parte medular de la composi-
ción social, pues la diversidad es lo natural y no al contrario.
“Las prácticas de evaluación son inseparables de las prácticas pedagógicas. No son dos cosas distin-
tas, ni siquiera dos cosas complementarias: son una sola y misma cosa vista desde dos perspectivas
diferentes. La evaluación es inseparable de la planificación y desarrollo de la acción didáctica. Cuando
se toma una opción metodológica, se está tomando aunque sea implícitamente, una decisión de evaluación”.
En este sentido, según Cesar Coll (1988), para que la evaluación cumpla la función de orientar el proceso
de enseñanza aprendizaje, los educadores/as deben tener en cuenta tres tipos de consideraciones:
Para decidir el tipo de ayuda que se ofrecerá a los y las estudiantes, es necesario conocer dónde se sitúan en
relación con los objetivos de aprendizaje que se espera alcancen. Es necesario conocer los medios de que se
dispone para proporcionarles la ayuda que necesitan.
La evaluación debe proporcionar información que permita ajustar el proceso de enseñanza aprendizaje a una
realidad que es cambiante, a un o una estudiante que evoluciona y cambia de necesidades en la medida que
se desarrolla el proceso educativo.
La evaluación debe proporcionar información que permita comprobar y decidir si se han cumplido o no, y
hasta qué punto, los objetivos de aprendizaje.
Estos tres tipos de información dan lugar a tres momentos diferentes en el proceso de evaluación que,
a su vez, cumplen distintas funciones. El carácter continuo de la evaluación implica identificar y apro-
vechar situaciones propicias, así como también establecer en la planificación distintos momentos de
evaluación a lo largo de un determinado período.
En la medida que las y los niños van desarrollando su proceso de aprendizaje se observan progresos,
dificultades y obstáculos no previstos. La evaluación formativa se fundamenta en el principio de que el
proceso de evaluación genera información útil para mejorar el aprendizaje y enseñanza, convirtiéndose
en un ingrediente clave para el desarrollo de la capacidad de autorregulación, tanto de los niños como
de los y las educadoras (Monereo, 2009). En este sentido, la evaluación formativa tiene por objetivo
ajustar la ayuda pedagógica a los requerimientos de los niños y niñas, llevar un seguimiento de sus
progresos para apoyar la continuidad del aprendizaje y reorientar el proceso en caso necesario.
Estar atento a los logros permite identificar el grado de avance de los niños y niñas. Es importante,
entonces, organizar experiencias que les posibiliten demostrar lo que han aprendido y compartir sus
aprendizajes con los demás, haciendo de ellos algo útil y relevante para todos. Este
momento de la evaluación no se puede limitar a lo que el o la educadora capta a
simple vista. La validez de sus juicios respecto de los aprendizajes alcanzados va a
depender de su habilidad para observar e interpretar las situaciones de aprendi-
zaje, pues el niño o la niña puede saber más de lo que demuestra.
Finalmente, en el contexto de una educación que considera la atención a la diversidad como un factor
clave asociado a la calidad y equidad, la evaluación, al igual que la enseñanza, debe ser diversificada para
llegar a todos y todas las niñas. A este respecto, Duk y Blanco (2012) plantean algunas recomendaciones
a tener en cuenta para llevar a cabo una evaluación diversificada, estas son:
b) Utilizar situaciones auténticas vinculadas a la vida real. Esta forma de evaluación apunta a que
los niños y niñas demuestren lo que han aprendido a través de habilidades que ponen en juego en
situaciones realistas dentro o fuera del aula, según el ámbito a evaluar. Asimismo, las habilidades
a evaluar deben ser funcionales y útiles a corto plazo para desenvolverse y resolver problemas, lo
cual le otorgará mayor sentido a la actividad de evaluación y aumentará la motivación del niño o
la niña. Por ejemplo, si pretendemos evaluar sus destrezas para el cuidado de plantas o vegetales,
deberemos situarlo/a en un entorno real como sería un huerto y con las herramientas necesarias.
Por último, la evaluación debe promover la interacción, por ejemplo, si esta consiste en simular la
compra en un supermercado, poniendo en juego habilidades tales como, clasificar y ordenar los
productos, contar, comparar cantidades, hacer uso de dinero, etc., los niños y niñas pueden ejercer
distintos roles alternándolos: rol de vendedor, reponedor, cajero, comprador. Si bien la evaluación
auténtica es una estrategia particularmente apropiada para dar respuesta a la diversidad en la
educación parvularia, es preciso considerar que la “autenticidad” de la situación no es equivalente
para todas y todos los niños, por tanto, es recomendable considerar situaciones diversas.
Los OA establecidos en las BCEP pueden ser ajustados en función de las necesidades espe-
cíficas de cada niño y niña con referencia a los aprendizajes prescritos para su nivel y grupo
de pertenencia. Considerando que los OA explicitan conocimientos, habilidades y actitudes
que se espera que todo niño y niña desarrolle en el nivel de educación parvularia, intro-
ducir ajustes o modificaciones a estos, es una decisión que debe adoptarse como última
alternativa y en la medida que las adecuaciones de acceso al aprendizaje y los apoyos pro-
porcionados no han sido suficientemente efectivos, así como resultado de un proceso de
evaluación amplio y riguroso y de carácter interdisciplinario.
Se trata, entonces de decisiones que se toman cuando se han agotado otras medidas y
en general suelen eventualmente requerirse en los niveles de transición y en la medida
que los aprendizajes se complejizan. Un criterio fundamental a tener en cuenta para la
adecuación en los OA es evitar la reducción de aquellos aprendizajes que se consideran
básicos e imprescindibles para el desarrollo integral del niño o la niña y que son necesarios
para seguir aprendiendo.
A este respecto el Decreto 83, sugiere los siguientes criterios o modalidades para la adecuación en
los objetivos de aprendizaje:
Graduación del nivel de complejidad de determinado/s OA para situarlos en la zona de desarrollo próximo del
niño o la niña. Esto puede significar simplificarlos o reducir su grado de complejidad, para aquellos/as que
están muy distantes de su logro; o aumentar su complejidad o grado de dificultad para aquellos/as que han
alcanzado un nivel de dominio superior en las habilidades exigidas.
Priorización de objetivos de aprendizaje. Consiste en seleccionar y dar prioridad a determinados OA que se
consideran relevantes para el desarrollo y la adquisición de aprendizajes posteriores. Implica, por tanto, je-
rarquizar a unos por sobre otros, sin que signifique renunciar a los de segundo orden, sino más bien su pos-
tergación o sustitución temporal.
Temporalización. Consiste en la flexibilización de los tiempos establecidos en las Bases Curriculares para
el logro de los aprendizajes. Puede implicar la destinación de un período más prolongado o graduado para
la consecución y consolidación de ciertos aprendizajes sin que se altere la secuencia de éstos, o incluso su
reubicación en un siguiente período (semestre o año).
Enriquecimiento curricular. Consiste en la incorporación de objetivos no previstos en las Bases Curriculares y
que se consideran de primera importancia para el desempeño del niño o la niña, dadas sus características y
necesidades. Supone complementar el currículum con determinados aprendizajes específicos, por ejemplo,
el aprendizaje de una segunda lengua o código de comunicación, como la lengua de señas chilena, lengua
nativa de los pueblos originarios, el sistema Braille u otros sistemas alternativos de comunicación. También,
puede implicar una mayor profundización en las habilidades y conocimientos relacionados con cierto/s OA
correspondiente al nivel, a fin de responder a las necesidades e intereses de niños y niñas que manifiestan
talentos específicos o con un grado de dominio superior al de sus pares.
Adecuaciones
curriculares Priorización
de los OA
en los objetivos
de aprendizaje
Temporalización
Enriquecimiento
curricular
Roger Hart define la participación infantil auténtica como “la capacidad para expresar decisio-
nes que sean reconocidas por el entorno social y que afecten a la vida propia y/o a la vida de
la comunidad en la que el niño o niña vive” (Hart, 1993, p.5). Este tipo de participación supone
que las y los adultos consideren las visiones de niños y niñas y confíen en sus propuestas, es
decir, que les otorguen poder, también desde temprana edad. En esta línea, el Referente Curricular
de Integra propone, para el núcleo de Convivencia y ciudadanía, que las preferencias de niños y
niñas incidan en la determinación de áreas de juego, selección de recursos, aspectos estéticos y
de organización de los espacios educativos; consensuar con ellos estrategias para el desarrollo de
proyectos, entre otras actividades, todo ello, como una forma inclusiva de incorporar hábitos de
participación y ciudadanía a partir de los primeros años. En el caso de niños y niñas de sala cuna,
leer sus señales, estar atento y responder pertinentemente a sus demandas, es una buena forma
de comunicar el reconocimiento y la validez de su expresión” (Integra, 2019, p.66).
Una planificación diversificada, sin embargo, no solo debe incluir estrategias que atiendan a las
diferencias, sino que debe abordar las particularidades de los niños y niñas presentes en el aula:
“el objetivo debe consistir en la exploración sincera de las diferencias, en la oportunidad de
que los alumnos puedan experimentar y comprender la diversidad presente en una comuni-
dad segura y acogedora” (Stainback y Stainback, 2007). En este sentido, recoger las voces de
niños y niñas y considerar sus puntos de vista, les permitirá a las o los educadores contar con
temas que enseñen sobre el valor de la diversidad, con pleno sentido, puesto han surgido de sus
mismas opiniones y preferencias vertidas en el aula.
¿QUÉ ASPECTOS DEBEMOS CONSIDERAR PARA RECOGER LAS VOCES DE NIÑOS Y NIÑAS?
Hay variadas maneras de recoger las voces de las y los niños, la más adecuada dependerá de:
las capacidades de expresión de las niñas y niños: si pueden expresarse oralmente o no, si pueden escribir.
de la información que queremos recabar: si nos proponemos conocer sus estados de ánimo o sus opiniones
sobre las experiencias de aprendizaje
del momento en que lo hagamos: al inicio de la experiencia para preparar el ambiente o al final para recoger
opiniones sobre la actividad realizada.
Es importante recordar que un espacio de participación auténtica demanda una escucha atenta,
confianza y compartir el poder de decidir sobre asuntos que incumben a niños y niñas, por lo que
a toda recogida de voces debe necesariamente seguirle el análisis de la información recabada. En
esta etapa las y los adultos deberán tomar la información, estudiarla y decidir acciones respecto
de sus hallazgos. En otras palabras, no podemos dejar las voces guardadas en un cajón, porque
los niños y niñas que han dado sus opiniones esperan ser escuchados y que tengan consecuencias
concretas. La seguridad y la motivación necesarias para participar se construirán sobre el recono-
cimiento que se haga de las visiones de los niños y las niñas por parte del equipo educativo. Por
ejemplo, si niños y niñas expresan necesidades de mayores instancias de juego, el equipo del jardín
debería analizar esa necesidad y la posibilidad de responder a ella.
El juego está presente ampliamente en las dinámicas de la educación inicial. Existe consenso sobre
su importancia, y es reconocido como un principio pedagógico en las Bases Curriculares de la Edu-
cación Parvularia como recurso de gran valor pedagógico en esta etapa. Sin embargo, el juego no
siempre es reconocido como una de las estrategias más potentes para favorecer espacios inclusivos
que respondan a la diversidad y necesidades de niñas y niños. Lo cierto es que esta herramienta
tiene mucho potencial para abordar estos desafíos.
“El juego cumple un rol impulsor del desarrollo de las funciones cognitivas superiores, de la afec-
tividad, de la socialización, de la adaptación creativa a la realidad. El juego es, a la vez, expresión
de desarrollo y aprendizaje y condición para ello (…) tienen una estructura interna creada espon-
táneamente por los propios niños y niñas, que los hace muy valiosos para la Educación Parvularia,
por cuanto responden plena y singularmente no solo a sus motivaciones internas, sino a sus re-
querimientos de desarrollo” (Mineduc, 2018, p.30).
¿CUÁLES SON LOS BENEFICIOS DEL JUEGO PARA DAR UNA RESPUESTA DIVERSIFICADA EN EL AULA?
Genera espacios naturales de expresión de distintas experiencias, identidades, capacidades y necesidades.
Ayuda a aceptar como propio del aprendizaje los errores o fracasos y fortalece la tolerancia a la frustración.
Es una herramienta muy versátil. Los juegos se adaptan a distintas edades, intereses y capacidades. Existen
juegos para todos.
Integra diversas habilidades relacionadas con aceptar las diferencias: percibir a otros, colaboración, habili-
dades sociales, expresar y abordar las propias emociones, solucionar problemas, ponerse de acuerdo, com-
partir con manifestaciones distintas.
Posee una función anticipatoria, durante
el juego se ensayan comportamientos
para los que no se está preparado
en la vida real, que anticipan si-
tuaciones futuras.
Como plantean Johnson, Johnson y Holubec (1999) “la cooperación consiste en trabajar juntos para
alcanzar objetivos comunes. En una situación cooperativa, los individuos procuran obtener
resultados que sean beneficiosos para ellos mismos y para todos los demás miembros del
grupo” (p.3). Es lo que estos autores llaman interdependencia positiva, es decir, que no se
puede tener éxito sin los demás.
Si pensamos en nuestras propias vivencias, lo más probable es que concluyamos que las experien-
cias de aprendizaje que nos han producido mayor satisfacción son las que se dan cuando hemos
participado en algún encuentro o tarea colectiva en la que hemos podido discutir, intercambiar y
contrastar ideas o resolver problemas en colaboración con otras personas.
En definitiva, el aprendizaje cooperativo tiene varios beneficios para la formación integral, en es-
pecial para aquellos niños y niñas que viven situaciones particulares, como puede ser el caso de un
niño que recientemente llegó al barrio y que tal vez proviene de otra cultura o país, que habla otra
lengua, o que proviene de un hogar desestructurado, o en el caso de una niña ciega, etc. Todos es-
tos niños y niñas tienen la necesidad de sentirse parte del contexto social y educativo, así como de
adaptarse a las normas y demandas de la vida en el jardín. Cuando esta inclusión no se da de buena
forma aumentan las posibilidades de que los párvulos se sientan discriminados, rechazados o inse-
guros y tiendan a distanciarse de sus compañeros/as y a jugar o trabajar en solitario. Al contrario,
en un aula donde se propicia el trabajo cooperativo existen mayores probabilidades que se sientan
en confianza e incluidos, lo cual ofrece mejores condiciones para progresar en el aprendizaje.
La evidencia también muestra que la cooperación tiende a reducir los niveles de ansiedad, favore-
ciendo que los niños y niñas afronten nuevos desafíos en la medida que les proporciona la oportu-
nidad de compartir la experiencia de aprendizaje con otros y de recibir ayuda y apoyo.
En particular en la educación inicial, lo anterior significa que las experiencias basadas en el aprendiza-
je cooperativo deben introducirse paulatinamente y de manera dosificada en función del nivel de de-
sarrollo y aprendizaje de los niños y niñas. Esto supone partir de actividades simples, y en la medida
que los niños/as vayan desarrollando mayores habilidades de interrelación, comunicación, iniciativa,
resolución de conflictos, seguimiento de normas sociales y autonomía, se podrán ir complejizando
acorde a las posibilidades reales de los niños y las niñas. Lo importante, es ir paso a paso cimentando
las bases para que los niños y niñas aprendan, aunque sea de manera incipiente, con y de sus pares.
Por su parte, en el nivel de transición es posible organizar grupos de mayor tamaño, 3 a 4 niños y
cuya composición en un inicio sea por afinidad, para pasar luego a conformar grupos al azar, que
pueden ir variando según la actividad a fin de promover una mayor interacción entre los integran-
tes del nivel. En este caso se pueden proponer experiencias que impliquen una mayor exigencia
en cuanto a la cooperación que demanda la actividad, tales como: en base a un cuento o un rela-
to confeccionar un collage que luego se exponga, o realizar una obra dramatizada que involucre
distintos roles, etapas de preparación y culmine con la presentación de la misma; crear un cuento
colectivo ilustrarlo y luego exponerlo; realizar una pequeña investigación en torno a un tema de
interés y exponerlo de la manera que elijan, entre muchas otras opciones.
¿QUÉ CONDICIONES SON NECESARIAS PARA QUE EL APRENDIZAJE COOPERATIVO SEA EFECTIVO?
La organización de estructuras de aprendizaje cooperativo debe planificarse rigurosamente consi-
derando una serie de aspectos tales como:
Pensar muy bien los criterios para agrupar a los estudiantes y el tamaño de los grupos en función del
nivel de desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas, y de la actividad a desarrollar, de modo de lograr
una adecuada interacción y que todos se sientan bien en el grupo, participen y hagan una contribución.
Los criterios fundamentales para agrupar a los niños son el nivel de competencias, los estilos de apren-
dizaje y el tipo de relaciones. En cuanto a las capacidades, procurar en lo posible que los grupos queden
conformados de manera heterogénea.
Reforzar a través de las experiencias educativas generales las competencias necesarias para tra-
bajar de forma cooperativa: expresar opiniones y necesidades, escuchar activamente, organizar,
planificar, asumir distintos roles y responsabilidades, ponerse en el lugar del otro, resolución pacífica
de conflictos a través del diálogo, entre otras.
Utilizar procedimientos de evaluación que combinen la valoración de los aportes individuales al trabajo
colectivo, como la evaluación del producto grupal.
Evaluación del proceso para identificar los factores que favorecen o dificultan el aprendizaje coopera-
tivo para introducir las mejoras necesarias.
La estrategia de tutoría entre pares, consiste en la creación de parejas en las que un niño o niña
desarrolla el rol de tutor y el otro/a el de tutorado, caracterizada por relación asimétrica y donde
ambos comparten un objetivo común de aprendizaje, que se logra a partir de un marco de relación
planificado por el o la educadora. La relación uno a uno de la tutoría posibilita una alta participa-
90 EDUCACIÓN INCLUSIVA INTEGRA
ción y una comunicación más directa, que permite altos niveles de modelaje y demostración. El
tutorado aprende en tanto que recibe ayuda personalizada y ajustada de su tutor, mientras que
éste lo hace gracias a las posibilidades de aprender enseñando (Durán, 2015).
Uno de los criterios sugeridos por Durán (2015) para la conformación de las parejas es la “edad o grupo
de pertenencia o curso”. Pueden ser parejas de distinta edad o nivel educativo, o del mismo grupo y
de edades similares. La investigación indica que la calidad del aprendizaje no depende tanto de la di-
ferencia de edad entre tutor y tutorado, sino de que exista “distancia” entre las habilidades de ambos.
Un aspecto crítico para el éxito de esta estrategia y que debemos considerar para su implementación:
En esta línea, el trabajo por proyectos es una estrategia pedagógica imprescindible ya que se es-
tructura a partir de los intereses de niñas y niños quienes se involucran en una serie de actividades
con el fin de elaborar un producto colectivo y con sentido. La estrategia permite que en un mismo
proyecto se puedan integrar distintos ámbitos y núcleos de las Bases Curriculares. Por ejemplo, en
el proyecto de hacer una huerta o escribir afiches para una campaña de reciclaje, crear un museo
al aire libre o grabar un cancionero para enviarlo al club de abuelitos.
Motivar sobre el proyecto y su producto final: ¿por qué es importante hacer esto?
Organizar las tareas, plazos y responsabilidades para elaborar el producto
Realizar un “estado de avance”: ¿Cómo vamos? ¿Qué nos falta? ¿Hemos tenido dificultades?
Editar o elaborar una presentación final del proyecto
Evaluar y autoevaluar: ¿Logramos lo que queríamos con este proyecto? ¿Qué aprendimos con este proyecto?
Asimismo, el aprendizaje basado en proyectos permite poner en acción una respuesta pedagógica
inclusiva reforzando los principios pedagógicos de las Bases Curriculares, en particular asegurando
experiencias en que destaca el interés por la actividad y el significado:
“El niño y la niña construyen significativamente sus aprendizajes, cuando éstos se conectan
con sus conocimientos y experiencias previas, responden a sus intereses y tienen algún tipo
de sentido para ellos y ellas (…) El equipo pedagógico desempeña un rol sustantivo identifi-
cando y vinculando estos elementos con oportunidades de exploración, creación, interacción y
juego, que propicie la conexión con su vida cotidiana” (Mineduc, 2018, p.32).
¿CUÁLES SON LOS BENEFICIOS DE LOS PROYECTOS PARA RESPONDER PEDAGÓGICAMENTE A LA DIVERSIDAD
Los proyectos se
pueden adaptar a los
intereses del estudiante y a las
actividades de la vida diaria, la
Da un sentido a familia, el barrio y la
las actividades escolares comunidad. Se incorporan las dife-
motivando y fortaleciendo el rentes experiencias e ideas de
ámbito socioafectivo gracias a niñas y niños antes (al elegir un
que se basa en la elaboración interés) y durante el proyecto.
de un producto concreto ori- Esa diversidad es condición
ginal y socializable. para que los proyectos se
lleven a cabo.
Para alcanzar el
Es una estrate- Beneficios propósito del proyecto se
gia donde se integran definen actividades variadas y
diferentes tipos de objetivos de
del ABP
flexibles que admiten diversas
aprendizaje (cognitivos, afectivos, formas de respuesta. Todas ellas
motrices, etc.), potenciando talen- además reconocen el punto de
tos y habilidades presentes los partida de cada niño y niña.
niños y, a la vez fortaleciendo
y mejorando aspectos de
menor logro.
Las actividades se
Se promueven los adaptan a los diferentes
agrupamientos flexibles conocimientos, capacidades,
que favorezcan el desarrollo ritmos y condiciones que poseen
del proyecto y las necesidades de los niños y niñas. Rompe la
aprendizaje de niñas y niños. Es estructura “todos haciendo lo
posible diseñar proyectos indivi- mismo y al mismo tiempo”.
duales y colectivos, que reúna
a niños/as de edades y ca-
pacidades distintas.
El museo virtual con obras pintadas o esculturas creadas por los pro-
pios párvulos para expresar sus emociones y experiencias durante el
confinamiento.
Proyectos
Experiencias en la cocina. Libro de recetas. Recopilación de recetas
colectivos fáciles de las familias. Preparación en casa o en el jardín.
“El ambiente es el tercer maestro” es una expresión usada por los maestros de las escuelas de
Reggio, el entorno o el ambiente, apoya el trabajo y los intereses de los niños sin necesidad de
una guía, ni la intervención constante de los adultos. Los niños y niñas participan en espacios y
cuando los adultos están presentes, los niños construyen sus historias allí. El ambiente está provisto
de suficientes provocaciones para llenar el mundo y las mentes de los niños (Wurm, 2005).
Dada la relevancia que tiene el ambiente en el pro-
ceso educativo, se debe considerar desde su
diseño e implementación su carácter in-
clusivo, lúdico y emocional; por tanto
los ambientes deben ser seguros,
entretenidos, flexibles y perti-
nentes; que consideren los inte-
reses, las características y nece-
sidades de los niños y niñas y
que promuevan un clima afec-
tivo, sin sesgos, donde efectiva-
mente se constituya en el lugar
donde todos y todas se encuen-
tran en igualdad de condiciones
y con las mismas posibilidades de
participar, de aprender y disfrutar.
Otra premisa a considerar es el clima de aula, el cual cobra relevancia y significado en este nivel, ya
que son las primeras experiencias emocionales que vivencian los niños y niñas las que impactan
tanto en su desarrollo presente como futuro. Por tanto, la calidad de los vínculos, la forma en que
se establezcan las primeras relaciones, las respuestas oportunas y pertinentes que se den a las
necesidades de afecto, aceptación y aprobación, tendrán influencia en los niños y niñas, tanto en
los modos como en las características de su singularidad, en el desarrollo paulatino de su auto-
concepto y en las formas en la que se relaciona e incorpora a la sociedad.
Condiciones que se deben resguardar para que el ambiente educativo sea un espacio que ge-
nera permanentemente oportunidades de aprendizajes
¿QUÉ CRITERIOS BÁSICOS DEBEMOS CONSIDERAR PARA ASEGURAR QUE TODOS Y TODAS
SE INVOLUCREN Y APRENDAN?
TRANSICIONES
Organizar el tiempo considerando las experiencias permanentes y variables y las
transiciones entre ellas, resguardando el bienestar, el equilibrio y la fluidez entre los
distintos momentos de la jornada, para asegurar que todos y todas puedan estar
interesados en las diversas situaciones educativas.
AGRUPACIONES
Incorporar de manera equilibrada diversas formas de agrupación que permitan a los
niños y niñas aprender de forma individual y grupal, compartir y colaborar con otros,
siendo esta estrategia una de las principales desde una mirada inclusiva donde se
reconoce que el aprendizaje se produce junto con otro.
SINGULARIDAD
Organizar el tiempo considerando tanto las situaciones emergentes como las
características de atención, los intereses, de descanso y de ritmos de aprendizaje,
permiten que el niño o la niña se sienta reconocida desde sus necesidades e
individualidad.
JUEGO
Distribuir el tiempo considerando el juego, es relevante para que las niñas y niños
puedan crear libremente sus juegos y plantear experiencias lúdicas que les permitan
ampliar su imaginación y desplegar al máximo su curiosidad y creatividad.
APRENDIZAJE
Definir los diferentes periodos de jornada diaria, sus duraciones y la secuencia para
responder a los propósitos formativos, es un criterio que debe ser intencionado entre las
disciplinas que se enseña, la didáctica que se implementa y las características de todos
los niños y niñas.
Tanto la organización del espacio como su intencionalidad pedagógica y lúdica, y los recursos que
se disponen, permiten que los niños y las niñas disfruten de experiencias desafiantes y motivado-
ras, lo cual incluye elementos físicos, organizacionales, funcionales y estéticos- Estos refieren no
solo al aula, sino a los diversos escenarios donde se organizan y tienen lugar las situaciones edu-
cativas, tanto los espacios interiores y exteriores, y favorecen y enriquecen las oportunidades para
ampliar y transformar las experiencias y los aprendizajes.
Los recursos que se disponen en el aula ejercen una función esencial y, por tanto, tienen que ser
planificados, organizados y direccionados hacia el proceso formativo de los niños y niñas. Para ello,
se debe intencionar que tanto su selección como su organización permita establecer conexiones y
relaciones entre ellos y con los aprendizajes de los niños y niñas, promoviendo así la construcción
de nuevos significados a partir de la creatividad, la resolución de problemas, el ensayo y el error, el
aprendizaje entre pares, entre otros.
Junto con ello es importante la incorporación progresiva de los niños y las niñas al mundo letra-
do, la manipulación y exploración de diversos textos escritos. Las BCEP señalan la importancia de
promover el lenguaje escrito, propiciando su contacto temprano con el mundo letrado, a través de
ambientes e interacciones enriquecidas, que favorezcan en los distintos niveles educativos el cono-
cimiento del lenguaje y el disfrute del material gráfico y literario, como una forma de favorecer el
conocimiento e interpretación del mundo que les rodea.
“Un buen juguete es aquel que sin ser nada concreto, puede ser todo” Francesco Tonucci
Características esenciales para que los ambientes se constituyan en espacios educativos en donde
todos y todas se sientan valorados, reconocidos e incluidos:
Según las características de desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas, los ambientes se deben
organizar de manera diferente para atender sus necesidades concretas y diversas. Preferente-
mente el ambiente debe estar gestionado por los mismos niños y niñas, de forma que lo sientan
propio y donde la dinámica del aula se transforma junto con cada niño y niña.
La interacción debe estar permeada por las características distintivas del enfoque inclusivo, es
decir, desde el reconocimiento de la singularidad de cada niño y niña, debe responder de manera
oportuna y contextualizada, considerar los patrones culturales y las características del desarrollo,
para favorecer el aprendizaje a partir una actitud de respeto, consideración y reciprocidad.
Un aspecto central en la interacción que establece el adulto con los niños y niñas es mantener
esta bidireccionalidad para dar mayor pertinencia y coherencia a las relaciones pedagógicas que se
establecen, donde la respuesta del adulto frente a las diversas iniciativas comunicativas del niño y
niña, balbuceo-vocalizaciones, movimientos, gestos, expresiones faciales, palabras, es fundamental
para enriquecer las expresiones que emergen espontáneamente desde lo cotidiano, desde el juego,
o de los intereses que van manifestando.
Actitud responsiva y mediadora de los aprendizajes: en la medida en que el adulto tiene una actitud
más responsiva con los niños y niñas, se favorecen ambientes de mayor bienestar, de inclusión, partici-
pación, confortabilidad y confianza, lo que permite un mayor involucramiento de los niños y niñas en
el aprendizaje. En este sentido, el rol mediador del adulto entre los aprendizajes del niño y niña y los
desafíos propios de su trayectoria formativa debe caracterizarse por la flexibilidad y la contextualización
para el andamiaje oportuno y la construcción de aprendizajes significativos y transformadores.
En la retroalimentación las preguntas abiertas son relevantes, ya que una buena pregunta genera
inquietud cognitiva e involucramiento emocional, por tanto, potencia el pensamiento, promueve la
investigación e indagación, promueven la discusión y el debate de ideas, requieren de la capacidad
de análisis, inferencia, evaluación y predicción, de justificar.
Oportuna
Retroalimentación de acuerdo a las necesidades y aprendi-
zajes que van manifestando.
Explícita
Verbalizaciones gestuales, corporales y dialógicas en relacion a
las características de los niños y niñas y sus aprendizajes.
Variada
Desde distintas
fuentes
Desde los equipos pedagógicos, por los mismos niños y
niñas, la familia.
Precisa y clara
Otorgar información manejable por los niños y niñas,
con un lenguaje cercano.
Ajustada a la
necesidad
Información que el niño o niña requiere,
de acuerdo al estado de desarrollo y
la situación educativa solicitada.
“la comunidad educativa está compuesta por los niños y las niñas, sus familias, los equipos edu-
cativos y los actores claves de la comunidad externa al establecimiento que, para el jardín infantil,
sala cuna y MNC son relevantes y que inciden directa o indirectamente en el proceso educativo que
se vive en cada establecimiento”. (Integra, 2015) .
En este tercer capítulo se da cuenta de este ámbito, ofreciendo fundamentos, orientaciones y pro-
puestas para la acción, abordando cuatro ejes significativos relativos a una gestión y organización
institucional con sello inclusivo. En primer lugar se abordan los elementos claves de una comuni-
dad educativa inclusiva. En segundo lugar, analizamos cómo se constituyen los equipos educativos
que trabajan en la perspectiva de asegurar experiencias de aprendizaje favorecedoras para todos
los niños y niñas y qué papel juegan las relaciones y prácticas de colaboración entre integrantes de
la comunidad. Posteriormente, se aborda la importancia de que la institución movilice los recur-
sos disponibles para dar respuesta a la diversidad, proponiendo múltiples estrategias o formas en
que la institución educativa puede dar apoyos, especialmente a quienes experimentan barreras al
aprendizaje y a la participación. Finalmente, profundizamos en las posibilidades que ofrecen las
redes de apoyo vinculadas con la comunidad externa al establecimiento.
Cultura inclusiva: se refiere al conjunto de valores, creencias, expectativas, normas y actitudes que
promueven el respeto y valoración de la diversidad y el desarrollo de comunidades que fomentan la
presencia, la participación y el aprendizaje de todos y todas.
Políticas inclusivas: hace referencia a la gestión y organización de los recursos humanos y mate-
riales orientados al desarrollo de una comunidad participativa que promueve la colaboración y el
aprendizaje, y se funda en un liderazgo compartido y distribuido entre los distintos estamentos del
establecimiento.
Prácticas inclusivas: se refiere al conjunto de experiencias, estrategias, recursos y apoyos que faci-
litan la participación, el máximo aprendizaje y desarrollo de la diversidad de niños y niñas, favore-
ciendo la interacción y el enriquecimiento mutuo entre los integrantes de la comunidad.
En la actualidad está ampliamente fundamentado el impacto que tiene la cultura educativa en la
orientación que pueden adoptar los procesos de cambio a nivel institucional. Si bien se trata de un
concepto complejo de definir, de límites más bien difusos, dado que no se sabe bien dónde empie-
za y dónde termina la cultura. Mel Ainscow et al. (2001) la define como una “amalgama de valores,
normas y creencias que caracterizan el modo en que se comporta un grupo de gente en un entorno
organizativo dado” (p.20). Para este autor, su relevancia radica en que los valores y principios que
reflejan la cultura de un determinado establecimiento se cristalizan en las políticas institucionales,
en las formas de organización y finalmente en actuaciones y procesos de enseñanza aprendizaje
más o menos inclusivos. Es decir, a través del desarrollo de culturas inclusivas se pueden producir
cambios en las políticas y en las prácticas, que pueden mantenerse y transmitirse a los nuevos
miembros de la comunidad educativa (Booth y Ainscow, 2015).
En este sentido, el desarrollo de comunidades educativas inclusivas implica procesos sistemáticos orienta-
dos a mejorar la capacidad de respuesta del jardín a la diversidad, tanto a nivel de la cultura, la organiza-
ción, la gestión curricular y los procesos de aprendizaje. A su vez, para que los procesos de mejora tengan
impacto, deben dirigirse a todos los niveles del establecimiento e involucrar a todos sus actores: directores y
directoras, equipos educativos, personal, familias, los niños y las niñas (Murillo y Duk, 2010). Además, debe-
¿HASTA QUÉ PUNTO LAS DECISIONES QUE ADOPTAMOS FAVORECEN LA PRESENCIA, PARTICIPACIÓN Y
APRENDIZAJE DE TODOS LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DEL ESTABLECIMIENTO Y DE CADA AULA EN PARTICULAR?
Si pensamos que tal decisión puede dificultar u obstaculizar el proceso educativo de algunos, es
indicativo que no es la mejor opción y, en ese caso, sería recomendable explorar otras alternativas
más inclusivas.
Estos indicadores pueden utilizarse como guía para reflexionar y revisar en forma colectiva nuestro
centro educativo. Para su uso, estos deben entenderse como ideales, es decir, aspiraciones a com-
parar con los planes o prácticas existentes, con el fin de decidir los ámbitos a desarrollar o mejorar.
5 Estos indicadores han sido tomados y adaptados del material de IBE-UNESCO, 2016: «Reaching out to all learners: A resource pack
for supporting the promotion of inclusive education» (Llegar a todos los alumnos: caja de recursos para el fomento de la Educación
Inclusiva). Disponible en: http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/resources/ibe-crp-inclusiveeducation-2016_eng.pd
3. Las expectativas son altas para todos los niños y todas las niñas
¿Todos los niños y las niñas perciben que se espera que progresen en su aprendizaje?
¿Se celebran los logros de cada niño y niña?
¿Los equipos de aula entregan retroalimentación a los niños y las niñas para ayudarles a descu-
brir cómo aprenden?
La palabra “equipo” implica la inclusión de más de una persona, por tanto, puede entenderse
como un conjunto de personas interrelacionadas que se organizan para llevar a cabo una determi-
nada tarea. Los equipos de trabajo que se conforman desde la diversidad tienden a ser más creativos
e innovadores, ya que todos los miembros aportan con sus maneras de ver el mundo, de resolver
problemas y de crear alternativas, de acuerdo con sus experiencias y conocimientos. En el ámbito
educativo, esta característica es central, ya que esta diversidad de habilidades y conocimientos se re-
conoce y complementa para organizar prácticas pedagógicas favorecedoras de aprendizajes, tanto en
ellos y ellas, como en los niños y niñas.
A su vez, los equipos pedagógicos inclusivos conciben el aprendizaje desde una perspectiva construc-
tivista, en la que la interacción con otros genera conocimientos y permite el desarrollo de habilidades
para desenvolverse y desplegar su rol formativo con eficiencia y eficacia.
Compromiso
Cooperación
Cohesión
Organización
Liderazgo
Voluntad
Armonía
Creatividad Responsa-
bilidad
Es importante considerar que en educación el trabajo es siempre en comunidad, esto implica que todas
las personas que participan de ella aportan, son iguales en derechos, independiente de su procedencia cul-
tural, género, condición física, condición socioeconómica u otra. La aceptación de la diversidad y el trabajo
colaborativo con un enfoque inclusivo y respetuoso es una de las puertas de entrada en la construcción de
una sociedad más democrática y justa, objetivo incuestionable de la educación chilena actual.
Para Integra es fundamental contar con equipos multidisciplinarios, es decir, con personas con di-
versos saberes, conocimientos, formación y experiencias, reunidos en torno a un objetivo común,
que aporten desde su experticia. La comunidad Integra releva la importancia del trabajo en equipo,
en el cual cada miembro reconoce su contribución y valora los aportes de sus compañeros; en el
que el liderazgo se distribuye y comparte, para favorecer la participación, la motivación, la comu-
nicación, el reconocimiento y relaciones humanas, de manera de generar un contexto favorable
para el cumplimiento de la tarea y desarrollar un trabajo más enriquecedor (Integra, 2015).
Lo anterior se logra con un liderazgo colaborativo y apreciativo que se distribuye entre los distintos
miembros del equipo educativo, reconociendo y sacando partido de las habilidades y potenciali-
dades personales de sus integrantes. Para ello se promueven relaciones de confianza basadas en
la colaboración y una comunicación efectiva, con espacios claros de participación para la toma de
decisiones orientadas a mejorar el aprendizaje y bienestar de los niños y niñas.
Sin embargo, los espacios de colaboración aún son insuficientes para lograr la desafiante tarea de
asegurar una plena inclusión. Más allá de la sensación de “eso ya lo hacemos”, “aquí se trabaja co-
laborativamente hace tiempo”, “siempre pedimos la opinión”, es importante reflexionar acerca de
cuándo hacemos realmente trabajo colaborativo.
Investigaciones y experiencias que reúnen las voces de expertos y educadores han mostrado con
mucha fuerza que el trabajo colaborativo es una condición esencial de una educación que se precie
de ser inclusiva, lo cual implica que las comunidades tejen sólidas redes de apoyos y colaboracio-
nes, entre educadores y educadoras, con otros profesionales, con las familias y con otros centros
Optimiza el uso
del tiempo y de los
materiales
Favorece la
La Produce sentido
comunicación colaboración de pertenencia y
y relaciones sinergia en el equipo
constructivas en el educativo
equipo educativo
Optimiza la
gestión de personas Aumenta y
considerando genera altas
sus diversas expectativas
potencialidades
Aprender colaborativamente implica trabajar en conjunto para solucionar un problema o abordar una
tarea, teniendo un objetivo común, y velando porque no solo la actuación individual, sino que la de todo
el colectivo, se fortalezca. Es un proceso en el que cada individuo aprende más de lo que aprendería por
sí solo, fruto de la interacción que se genera con los demás miembros del grupo (Mineduc, s.f.b).
Para avanzar hacia culturas colaborativas, las comunidades educativas tienen el desafío de recono-
cer en sus propias dinámicas internas cómo se está presente y cuándo la colaboración es débil o
esporádica y, por tanto, qué apoyos se necesitan para que se convierta en una práctica habitual que
permee la cultura institucional. Algunos autores advierten que con frecuencia se observan dinámi-
cas que no constituyen una forma plena de colaboración, por ejemplo:
a) “se practica solo entre pequeños grupos y no trasciende a los demás o al centro en su conjunto;
b) es acotada, puntual y específica, no afecta a las estructuras ni a los principios de las prácticas
pedagógicas;
Como comunidad podemos analizar nuestros procesos de trabajo colaborativo utilizando estas
nueve preguntas para la reflexión:
1. ¿Nos preocupamos de identificar las barreras que dificultan una mayor colaboración y tomamos
medidas para disminuirlas?
2. ¿El equipo se trata con respeto independientemente del rol o cargo de sus integrantes?
5. ¿Tenemos acuerdos sobre los valores educativos, pero también somos capaces de aceptar otras
posiciones, e incluso se fomentan, puntos de vista alternativos?
6. ¿Nos sentimos cómodos a la hora de pedir ayuda/apoyo a nuestros colegas en temas relacionados
con la enseñanza y el aprendizaje?
8. ¿Tomamos decisiones de manera compartida, contando con tiempos y espacios para el diálogo y
la toma de decisiones?
9. ¿Valoramos las contribuciones personales y grupales, y percibo que mis aportes también son
considerados?
Elaboración en base a la Guía de Inclusión, Dimensión A Construyendo Comunidad.
Permite capitalizar el
conocimiento y la experiencia de
dos o más miembros del equipo,
a fin de obtener logros que
difícilmente conseguirían
trabajando solos
El establecimiento valora y promueve una gestión centrada en la colaboración generando las condi-
ciones para su puesta en práctica
Las profesionales y agentes educativas involucradas comprenden el significado de la coenseñanza
y están convencidas/os de sus beneficios
Existen relaciones de confianza y una comunicación efectiva que permiten al equipo pedagógico
llevar este enfoque a la acción.
La elección de la modalidad de coenseñanza a implementar variará según el ámbito de la experien-
cia planificada y los objetivos de aprendizaje que se persiguen, teniendo presente que facilite la
participación de todos y cada uno de los niños y niñas del grupo.
Uno enseña y el otro observa: Los miembros del equipo acuerdan previamente lo que desean observar y a través de que
método, posteriormente analizan y utilizan la información registrada para optimizar sus prácticas.
Uno enseña el otro ofrece apoyo: Uno conduce la actividad con todo el grupo, el otro circula monitoreando el aprendi-
zaje y proporcionando apoyo personalizado
Enseñanza paralela: Se divide el aula en grupos heterogéneos, cada educador, educadora y agente educativa en forma
simultánea se encarga de un grupo.
Enseñanza por estaciones: Los educadoras, educadores y agentes se asignan temas o actividades por ámbito y se orga-
niza el aula en dos o tres estaciones. Los niños y niñas se distribuyen en cada estación y luego rotan.
Enseñanza alternativa: Uno/a se encarga de la enseñanza del gran grupo, mientras que el otro/a trabaja en forma si-
multánea con un grupo pequeño reforzando o profundizando determinados aprendizajes.
Enseñanza en equipo: Los y las educadoras abordan las experiencias educativas de manera colaborativa con el grupo
entero, de acuerdo a lo planificado previamente.
Para lograr que la familia participe del proceso educativo de los niños y niñas, Integra establece
que es fundamental generar espacios reales de participación, vinculándola permanentemente a las
actividades que se realizan en los establecimientos, implementando estrategias diversificadas para
responder a la variedad de familias que componen la comunidad educativa.
Como bien sabemos, la diversidad también adopta distintas expresiones en las familias que inte-
gran la comunidad educativa, que todas las familias se sientan reconocidas y valoradas por igual es
una de las características de las culturas inclusivas, así como también de los principios fundamen-
tales en los que se sustenta la construcción e implementación de los pro-
yectos educativos institucionales de Integra. En las experiencias que
han adoptado enfoques más inclusivos, la familia y la comuni-
dad se han convertido en un elemento central, en aliados del
proceso, siendo estimulados a participar en las decisiones
educativas y a colaborar en el aprendizaje de niños y niñas.
En algunos casos incluso, las propias familias han asumido
el liderazgo para movilizar a la comunidad hacia el logro de
una educación más inclusiva.
Es esencial fortalecer la vinculación y colaboración entre ambos contextos, para lo cual es ne-
cesario que tengamos en cuenta la diversidad de situaciones familiares y características de la
familia: miembros de núcleo familiar, tipo de estructura, estilos de crianza, procedencia cultural,
costumbres, nivel educativo y ocupación de los padres, entre otros, son factores a considerar al
Existen seis tipos de implicación de la familia-centro educativo y comunidad que son importantes
para el aprendizaje de los párvulos y para hacer más colaborativa esta relación:
Adaptado de Epstein, J. (2013) Programas efectivos de involucramiento familiar en las escuelas: estudios y prácticas. Fundación CAP
La familia conoce mejor que nadie a los niños y las niñas. Esta afirmación pone de relieve la nece-
sidad de escucharlas e involucrarlas activamente en el proceso de educativo, en la precisión de los
apoyos que los niños pueden necesitar para aprender. Solo de esta manera el o la educadora podrá
hacerse una imagen más completa de lo que el niño o la niña hace fuera del Jardín y conocer mejor
sus intereses, motivaciones, temores, hábitos, rutinas diarias, entre otros aspectos.
Las familias siempre desean lo mejor para sus hijos y tienen un genuino interés de que aprendan.
Sin embargo, en ocasiones, se escucha decir que “las familias no se preocupan de sus hijos”. Tam-
bién es frecuente escuchar a las familias manifestar que prefieren no participar debido a que sus
opiniones no son consideradas, o que cuando se los cita es para informarles sobre las dificultades
de sus niños y niñas. Romper este círculo, requiere que los equipos sean cuidadosos y empáticos,
ya que esta tarea exige estar abiertos a sus distintas creencias, posiciones y ser capaces de acoger
sus preocupaciones.
Las familias saben lo que ellas y los niños y niñas necesitan, conocen sus prioridades y también
saben qué pueden manejar y qué no. Es por esto, que incentivar y generar instancias para que pueda
participar y aportar a las decisiones educativas que afectan los niños y niñas, es fundamental. Ade-
más, es necesario ser sensibles a lo que los padres, madres y cuidadores pueden realmente hacer o
aportar dadas sus circunstancias.
Las familias siempre esperan que niños y niñas sean y se sientan queridos y acogidos, y por lo ge-
neral aspiran a que aprendan a vivir en comunidad. Potenciar el desarrollo de actitudes y valores
que favorezcan una sana convivencia, basada en el respeto, la comprensión del otro, la solidaridad
y colaboración, son muy necesarias para aprender a vivir juntos en comunidad.
Las familias esperan que niños y niñas aprendan a cuidarse, a tomar conciencia de los peligros de dis-
tinto orden que deben enfrentar a diario. Hay familias que
son más aprehensivas y sobreprotectoras, otras
dan mayor libertad a sus hijos para que
asuman riesgos controlados, tomen
decisiones y desarrollen autono-
mía. Pero, al final, todas esperan
que niños y niñas desarrollen
habilidades de autocuidado
y que el establecimiento les
ofrezca un espacio seguro
para el desarrollo de estas
habilidades.
Es importante tener presente, que no son pocas las experiencias de niños y niñas sin familia u ho-
gar y que viven en residencias que los acogen. En este caso, es fundamental generar vínculos con
sus cuidadores y estrategias con sus redes de apoyo, tanto para conocer la realidad que viven, como
para brindarles el afecto y apoyo que requieren dadas sus circunstancias.
Por otra parte, la relación de colaboración entre el establecimiento, educadores y familia se hace
aún más necesaria en el caso de los niños y niñas que requieren apoyos más específicos o intensos
para progresar, como puede ocurrir con niños y niñas en situación de discapacidad. En estos
casos es fundamental mantener informadas a madres, padres o adultos responsables,
sobre las decisiones adoptadas y los progresos, y orientarlos sobre el tipo de ayudas
que pueden proporcionarle al niño o la niña, promoviendo su participación activa
en el proceso educativo. Asimismo, es necesario implementar actividades infor-
mativas o de sensibilización hacia la comunidad, de forma tal, que estas familias
se sientan acogidas y apoyadas, evitando así, resistencias a la participación o a
integrarse a la comunidad, por temor a no ser bienvenidas y aceptadas.
Se les considere como participantes activos, capaces de entregar valiosos aportes a la educación de
niños y niñas, rescatando sus saberes culturales
Se reconozca el considerable conocimiento que tienen sobre los niños y las niñas
Se les mantenga informados y participen en la toma de decisiones educativas
Se aprovechen sus potencialidades como complemento a las competencias de los y las profesionales
Exista responsabilidad compartida entre las familias y equipos pedagógicos
El apoyo mutuo sólo se puede conseguir si ambos valoran sus respectivos aportes y cada uno asu-
me la parte que le corresponde para que se produzca la colaboración. En este sentido, construir
relaciones de colaboración y confianza con la familia constituye un proceso que parte del deseo de
querer lograrlo, pero al mismo tiempo, para que dé frutos, requiere de una cuidadosa planificación.
A partir de un clima de confianza inicial, la familia puede sentirse segura y animarse a trabajar en
colaboración con el equipo educativo. En el mediano plazo, si esta relación se sostiene, se traducirá
en un sentimiento de empoderamiento y apropiación de su rol que hará posible que se convierta
en un activo colaborador o colaboradora del establecimiento.
En este mismo sentido, en el dominio de Enseñanza para el Aprendizaje de todos los Niños y las
Niñas (Integra, 2019 p.46) se plantea la importancia de que el educador o la educadora utilice “diver-
sos recursos adicionales con la finalidad de favorecer las interacciones y la participación de aquellos
niños y niñas que requieren de apoyos específicos como, por ejemplo, láminas y sistemas alternati-
vos de comunicación que anticipan acciones como son los pictogramas, los paneles comunicativos,
paneles de anticipación y las herramientas tecnológicas, entre otros”. Asimismo, releva la capacidad
de observación de los y las educadoras sobre las experiencias de aprendizaje autodeterminadas por
los niños y las niñas, incorporándolas de manera oportuna a la acción de cada uno/a respetando
sus ritmos e intereses, lo que les permite ir descubriendo, aprendiendo e interactuando a partir de
una actitud receptiva para enriquecer la experiencia que cada uno/a va adquiriendo.
Estas medidas de apoyo según las necesidades de cada establecimiento pueden orientarse a los
niños y niñas, a los equipos educativos y a las familias. Para este fin, es recomendable considerar
múltiples fuentes de apoyo dependiendo de las necesidades particulares de los párvulos, en cuan-
to a: niveles, ritmos y modos de aprender, sus intereses y motivaciones, la variedad de códigos de
comunicación, los valores y concepciones de sus culturas de origen, así como a las necesidades
de apoyo específico que puedan requerir de manera permanente o transitoria según las NEE que
presenten. De igual manera, es importante considerar las diversas características y necesidades de
apoyo de las familias y equipos educativos de cada establecimiento.
¿QUÉ DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA PROVEER Y ORGANIZAR LOS RECURSOS DE APOYO?
En primer lugar, es importante señalar que los apoyos pueden provenir de integrantes de la propia
comunidad educativa: directoras, directores, equipos pedagógicos, de las familias y de los propios
niños y niñas. Así como también, de los equipos territoriales de asesoría técnica, cuyas funciones
están dirigidas a proporcionar apoyo y asesoría al proceso educativo. Por último, los apoyos pueden
provenir de recursos y servicios externos de la localidad. Esta última fuente de apoyo se abordará de
manera pormenorizada en el apartado número 6 dedicado a Redes de apoyo a nivel institucional y
vinculadas con la comunidad externa.
Lo anterior pone de relieve, la importancia de que la provisión y organización de los recursos de apoyo
se aborde de manera flexible y forme parte de un plan debidamente coordinado a nivel institucional.
Esto supone que los equipos de aula tengan en cuenta a la hora de planificar las experiencias educativas:
c) ¿Mediante qué estrategias dichos recursos se pueden maximizar para que lleguen a quienes
los requieren?
Para este propósito, es fundamental que el establecimiento, por una parte, establezca mecanismos
y procedimientos consensuados entre la dirección y el equipo pedagógico para la determinación de
los niños y niñas que requieren de apoyo y, por otra, defina con claridad las funciones y responsa-
bilidades de los profesionales o servicios que los proporcionarán, cuál será el enfoque de interven-
ción y las estrategias o modalidades de que se van a privilegiar:
apoyo en forma individual o en pequeños grupos dentro del ambiente educativo y del aula;
como modalidad de apoyo fuera de la jornada en otro servicio o institución. Esto puede darse, por
ejemplo, en el caso de un niño o niña que debido a una discapacidad requiera asistir a rehabilitación
a la Teletón, o recibir atención especializada en forma temporal en una escuela especial.
La experiencia ha dado lugar a una multiplicidad de estrategias, modalidades e intensidades de apoyo
y con un mismo niño o niña se pueden combinar varias de ellas, en función del tipo y grado de
necesidades que presente según el contexto educativo donde se desenvuelve. Lo esencial es
no perder de vista que el objetivo que persiguen las acciones de apoyo en cualquiera de sus
formas o intensidad es conseguir el máximo desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas
con relación a los objetivos de aprendizaje establecidos en las BCEP con referencia a grupo
de pertenencia. Así como también, que la efectividad de dichas estrategias depende-
rá de un trabajo debidamente planificado y coordinado entre los
miembros de los equipos pedagógicos y otros profesionales que
brinden apoyo, siendo indispensable que se destinen tiempos y
espacios para esta tarea, y que su implementación sea constan-
te. Es importante recordar que las estrategias no tienen efecto
inmediato, sino que toman un tiempo relativo a cada niño o niña
para que logren el impacto deseado.
1. Las características y necesidades educativas de las y los párvulos: el conocimiento acerca del
desarrollo de los niños y niñas, sus potencialidades, ritmo y formas de aprender, intereses,
barreras al aprendizaje y la participación.
+ + =
Definición de
Las características La capacidad estrategias o
y necesidades La dinámica de trabajo modalidades
educativas de las del aula. coordinado y de apoyo
y los párvulos. colaborativo. pertinentes.
Como hemos señalado los apoyos se pueden materializar a través de distintas personas que inte-
gran la comunidad educativa o de personas vinculadas al jardín pero que no tienen una perma-
nencia estable en el mismo.
¿DE QUÉ MANERA LOS PÁRVULOS PUEDEN CONSTITUIRSE EN UN RECURSO DE APOYO PARA SUS PARES?
El poder que tienen los iguales para facilitar el aprendizaje y participación de sus pares desde los
primeros años ha sido ampliamente reconocido en la literatura. No cabe duda, que los niños y las niñas son
una fuente inigualable de apoyo con que cuentan los equipos de aula para la enseñanza y el aprendizaje. Sin
embargo, no es habitual que los equipos pedagógicos saquen suficiente provecho de este valioso recurso que
tienen a su alcance. La cercanía natural existente entre los pares, en cuanto a sus intereses, el lenguaje, el
juego y las relaciones interpersonales son un estímulo vital para el aprendizaje mutuo. Es por esto que, como
hemos visto en el segundo capítulo, las estrategias de aprendizaje cooperativo, dentro de estas la tutoría entre
pares, el aprendizaje en base a proyectos y la ayuda niño a niño, han sido descritas como estrategias potentes
para favorecer el desarrollo de una cultura inclusiva. Al tiempo que facilitan la participación y aprendizaje de
todos y todas, en particular de los y las niñas que requieren más apoyo para progresar.
En este sentido, el éxito y efectividad de estas estrategias de apoyo mutuo entre niños y niñas se
juega no solo cuando son bien planificadas e intencionadas en la implementación de las experien-
cias, compartidas con los niños y niñas y actores de la comunidad educativa, sino también en la
medida que son valoradas e incorporadas de manera transversal en el quehacer educativo, forman-
do parte de la cultura del establecimiento. Es por esto, que la creación de un clima que promueva
relaciones de confianza, amistad, solidaridad y colaboración entre niños y niñas, reconociendo y
respetando su diversidad, tanto a nivel institucional como al interior de cada grupo, es fundamen-
tal para generar actitudes de comprensión y apoyo mutuo entre los niños y niñas.
En Integra, los territorios están compuestos por un máximo de 20 jardines infantiles y/o salas
cuna. Para su conformación, se han definido una serie de dimensiones y criterios, donde el
énfasis está puesto en potenciar el desarrollo de las comunidades educativas y su entorno,
desde una lógica de empoderamiento e inclusión, facilitando el intercambio de experiencias y
aprendizajes. (Asesoría Técnica con Enfoque Territorial, Integra,1917, p. 44)
Los equipos territoriales están conformados por cinco a seis profesionales de diversas discipli-
nas y todos ellos tienen la función de asesoría técnica, a los establecimientos en cada uno de
los territorios en distintos aspectos de su gestión.
Las redes de apoyo son el conjunto de organizaciones y personas naturales que prestan servicios de
apoyo dirigidos al logro de metas comunes referidas al aprendizaje, desarrollo y bienestar integral
de niños y niñas. Estas redes pueden estar dentro de la misma institución o fuera de ella (Integra,
2019). Por su parte las Bases Curriculares de Educación Parvularia, relevan la importancia de esta-
blecer vínculos cercanos y directos con las redes territoriales que se encuentran en cada uno de los
establecimientos, con la finalidad de resguardar y promover aprendizajes y contextos de bienestar
integral, contribuyendo a prácticas pedagógicas que velen por el ejercicio de los derechos de todos
los niños y niñas.
La comunidad es parte de la realidad cotidiana de los párvulos, los equipos educativos y familias, por
tanto, vincularse con ella da mayor pertinencia a los procesos educativos, robustecen las prácticas pe-
dagógicas y potencian el Proyecto Educativo Institucional. Por otra parte, la activación y participación
del establecimiento en su territorio a través del vínculo con la comunidad y las redes permite a los
equipos educativos actualizar y enriquecer sus conocimientos, fortalecer la comunicación y la partici-
pación para la mutua colaboración, fortaleciendo su desempeño y entregando apoyos integrales a los
diversos requerimientos que los niños y las niñas van manifestando durante su trayectoria educativa.
Las redes locales enriquecen el mundo de los niños y niñas, ampliando las experiencias y con-
textos, lo que les permite desarrollar la creatividad, enriquecer su lenguaje, establecer nuevas
relaciones, generar nuevos significados. Además, el trabajo en red favorece una mayor identidad
de la comunidad educativa con su cultura y su entorno. Algunos espacios y servicios con los cuales
construir redes y alianzas de colaboración pueden ser: museos, departamentos del patrimonio,
galerías de arte, bibliotecas, centros deportivos, parques, granjas urbanas y rurales, empresas
locales, centros de salud, servicios estaciones de trenes, aeropuertos, servicios de autobuses,
servicio de policía y de bomberos, centros de estudio, organizaciones de la sociedad civil, aso-
ciaciones de voluntarios, escuelas especiales, servicios de equipos multiprofesionales, colegios y
universidades, entre otros.
Leithwood et al. (2006) enfatizan la relevancia de que los establecimientos se conecten con su
entorno, de modo que no trabajen en forma aislada, para hacer un mejor uso de los recursos dis-
ponibles, aprovechar las oportunidades que ofrece el entorno, y mantenerse actualizado sobre las
prácticas pedagógicas que ofrece el sistema educativo.
Socializar el PEI, en diversas instancias de encuentro comunitario, con la finalidad de dar a conocer
el rol educativo y su impacto en el desarrollo de los niños y niñas y en la sociedad.
Implementar estrategias para que la comunidad local reconozca la educación parvularia como un
eje fundamental en el desarrollo y aprendizaje de todos los niños y las niñas.
Potenciar la idea del establecimiento como comunidad educativa ligada al sentido de pertenencia y
de responsabilidad compartida.
Constituir espacios de participación y educación ciudadana que acojan a las familias y a la comu-
nidad local.
Identificar servicios sociales y educativos de la comunidad externa que posibiliten la conformación
de un trabajo en red con un sentido común.
Intencionar el desarrollo de una cultura institucional abierta a la comunidad, que facilite el inter-
cambio de estrategias y experiencias de aprendizaje con otros establecimientos educativos de la
comuna o zona, como forma de enriquecer las prácticas de las distintas instituciones involucradas.
Incorporar el diseño e implementación de estrategias con la comunidad educativa y local para fa-
vorecer los procesos de transición educativa con finalidad de resguardar la continuidad del proceso
educativo de niños y niñas.
este capítulo ha mostrado que el proceso de avanzar en la dirección de
comunidades inclusivas tiene más probabilidades de éxito en contextos
donde existe una cultura de colaboración que fomenta y apoya la reso-
lución de problemas compartidos. Ello requiere que los integrantes de
la comunidad trabajen juntos en torno a objetivos compartidos, haciendo uso de evidencias para
abordar las barreras que puedan experimentar algunos niños y niñas en su proceso educativo.
Esto exige un liderazgo colaborativo eficaz en todos los niveles del establecimiento, destacando
el papel que juega la dirección del establecimiento para incentivar y apoyar a los equipos en su
gestión curricular, facilitando instancias de aprendizaje profesional colaborativo para el despliegue
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